Tres horas largas duró la primera junta de accionistas que CaixaBank celebraba en València. Fue una reunión plácida. Nada que ver con el tumulto que vivió la misma sala del Palacio de Congresos en las primeras (y recientes) reuniones de socios de Bankia. La entidad catalana hace apenas seis meses que se ha aposentado en su nueva ciudad sede y parece que ya ha mutado en valenciana. Durante la media hora de intervención inicial, el presidente del banco, Jordi Gual, se expresó la mitad del tiempo en valenciano. Pidió disculpas de antemano por una «pronunciación mejorable», pero lo cierto es que , siendo como es catalanoparlante, apenas se le notó el acento. El consejero delegado, Gonzalo Gortázar, también agradeció «la hospitalidad» de los valencianos y se dirigió a la concurrencia en su lengua vernácula. Fue más breve que Gual y menos preciso.

El notario valenciano Alfonso Maldonado certificó que hubo 781 accionistas presentes en el Palacio de Congresos, incluidos los de voto por correo y electrónico (41 % del capital) y 4.465 representados (otro 23 %). Pero en la amplia sala del recinto había muchos huecos libres y apenas 150 asientos ocupados. Vamos, como en el estreno de una película de arte y ensayo. Pocos fueron los actores de la sesión. Apenas una decena de accionistas intervino. Cinco minutos que los cuatro portavoces sindicales estiraron hasta los siete.