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Aprendiendo de nuestros errores

¿Una coalición para salvar la UE?

Después de cinco meses desde las elecciones generales en Alemania, finamente, se ha llegado a un acuerdo para reeditar una gran coalición

Nadie podrá decir que ha sido sencillo, por ello parece una gran frivolidad cuestionarse por qué en Alemania los socialdemócratas pueden llegar a un acuerdo de esta naturaleza, mientras en España parece totalmente inviable. Maroto debería empezar por descubrir las «siete diferencias», entre Mariano Rajoy y Angela Merkel y, quizá así, encontraría por sí mismo la respuesta a sus dudas.

Quienes desde dentro del SPD se oponían al acuerdo consideran que otra gran coalición va a erosionar, todavía más, la confianza en su partido, dando lugar a un nuevo descenso del apoyo popular, hasta caer en la más absoluta irrelevancia.

Por el contrario, quienes la apoyaban, han puesto sobre la mesa los importantísimos logros conseguidos para el acuerdo de gobierno, manifestando que la auténtica misión de los socialdemócratas es mejorar la vida de las personas y que, para ello, no podían dejar pasar la posibilidad de implementar apartados reformistas muy significativos de su programa.

La cuestión es que ambos argumentos son suficientemente poderosos: unos pensando más en el futuro de su partido; los otros intentando obtener réditos políticos a corto plazo siempre que consigan mejorar el bienestar de la ciudadanía. Y es en esto último en lo que puede radicar la clave.

Desde hace ya mucho tiempo -básicamente desde mediados de los ochenta del pasado siglo- se ha ido destruyendo el contrato social, surgido tras la segunda guerra mundial, que dio lugar a la etapa más próspera en la historia de Europa y a altos niveles de bienestar. Ese deterioro se ha ido agudizando tras la crisis financiera internacional y la gran recesión que la siguió, arruinando a amplias capas de las clases medias y creando un gran malestar en la mayoría de la población, de forma que nadie puede extrañarse del surgimiento de alternativas populistas y nacionalistas, de orientación más o menos xenófoba.

En todo ello ha jugado un papel muy relevante la extensión de las políticas económicas de corte neoliberal, sobre las que partidos como la CDU, y su hermano la CSU, alemanes, han sido parte activa, sin que los socialdemócratas hayan quedado totalmente al margen.

El gran reto del SPD, si realmente quiere rentabilizar a corto plazo el haber aceptado reeditar la gran coalición, es un importante cambio de rumbo que permita mejorar de forma significativa la vida de los alemanes y, al mismo tiempo, liderar, junto a Francia, una transformación de la Unión Europea y, en particular, de la zona euro.

Parece evidente que la UE está atrapada en sus rutinas diarias, ajena a cualquier diseño estratégico sobre el futuro de Europa, cuando, al menos en parte, las soluciones pueden encontrarse en la filosofía de la Declaración de Roma: construir una Unión sobre la base del crecimiento sostenible, la promoción del progreso económico y social, la convergencia y la cohesión. Hoy, por el contrario, la UE está formada más por países que compiten entre sí, que por estados que cooperan para converger.

El objetivo de la UE, en mi opinión, debiera ser desarrollar una política económica equilibrada, orientada al crecimiento económico y la creación de empleos de calidad, que permita la erradicación del desempleo juvenil y de la discriminación por razón de género, que sea social y medioambientalmente sostenible, y que proteja el estado de bienestar.

Durante más de medio siglo, el principio de la solidaridad, ha sido capaz de impulsar el crecimiento económico, pero en los últimos diez años se ha revertido ese proceso virtuoso, habiendo desaparecido totalmente la solidaridad.

El SPD, que ha conseguido dos carteras tan relevantes en el gobierno de coalición como la de finanzas y la de asuntos exteriores, puede y debe jugar, junto con Francia, un gran papel para estabilizar la zona euro: convertir el Mecanismo Europeo de Estabilidad en un Fondo Monetario Europeo, bajo el control democrático del Parlamento Europeo; aumentar el presupuesto de la UE para la estabilización macroeconómica y la cohesión social o completar la unión bancaria.

Aunque pudiera resultar mucho más complejo ante los votantes alemanes, también debieran plantearse dos asuntos claves adicionales para conseguir la estabilización de la eurozona. Por una parte, la coordinación de las políticas fiscales de los estados miembros y, por otra, iniciar al menos la mutualización de riesgos.

Las debilidades demostradas de la zona euro están basadas, fundamentalmente, en la existencia de desequilibrios macroeconómicos con carácter persistente y ello, en ausencia de una unión política, solamente puede conseguirse mediante una coordinación fiscal efectiva, algo que muchos estados miembros, particularmente Alemania, no parecen dispuestos a aceptar.

¿Qué ha sucedido desde el inicio de la crisis de la deuda soberana? Básicamente, que Alemania ha impuesto una política de austeridad fiscal y de devaluación interna para los países con déficits presupuestarios y en su balanza por cuenta corriente. Esa estrategia solamente ha funcionado muy parcialmente gracias a la heterodoxa política monetaria desarrollada por el BCE, que ha sido capaz de contrarrestar, en alguna medida, los efectos depresivos de la austeridad y la deflación. Pero esas políticas, además de que no podrán solucionar crisis futuras, generan una distribución muy desigual de la carga, privilegiando a los países del norte y exigiendo sacrificios a los del sur.

Una coordinación eficaz de las políticas presupuestarias de los estados miembros generaría efectos positivos, tanto para los países con superávit como para los que registran déficit. Estos últimos podrían prestar una mayor atención a la consolidación fiscal sin incurrir en una contracción macroeconómica, mientras que los países con amplio espacio fiscal deberían estar obligados a cosechar los frutos derivados de tal situación. Sin embargo, algunos no están dispuestos a cambiar.

La economía alemana disfruta hoy de una excelente situación, pero no parece que encuentre el momento de compartir las ganancias que ha obtenido. El gobierno de la gran coalición debería centrarse, internamente, en aumentar la inversión pública, como motor de la privada, y el consumo, así como en la cohesión social (tanto entre las personas, como entre los estados federados del este y el oeste). En asuntos europeos la guía es impulsar la ya citada agenda de reformas.

En definitiva, para tener éxito, la estrategia de coalición del SPD debería concentrarse en reducir el efecto de las políticas económicas neoliberales, tanto en Alemania como en la eurozona, estableciendo una agenda progresista; lo contrario debilitará todavía más a la socialdemocracia.

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