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Las áreas industriales se recuperan tras la crisis

Los polígonos industriales de Alicante se encaminan a la plena ocupación

Las zonas industriales de Las Atalayas y del Pla de la Vallonga de Alicante recobran el dinamismo empresarial

Obras que realiza Sprinter en las antiguas naves de Altadis para su implantación. héctor fuentes

«Un café y media tostada». Pasan de las 10.30 de la mañana, una de las horas punta en «K´Ricardo», bar situado en el polígono Pla de la Vallonga de Alicante, porque es momento del almuerzo para trabajadores de empresas de la zona y de personas que acuden a los exámenes del carnet de conducir que se realizan en las pistas cercanas. Tamara recoge platos y vasos, mientras su padre está con la máquina de café y su madre, en la cocina.

Los bares y restaurantes de las áreas industriales se convierten en un gran termómetro de la actividad. En la Vallonga hay más de una decena y en Las Atalayas, siete. «Ahora hay más movimiento» que en los años de crisis, asegura Tamara sin dejar de recoger los servicios.

Sus padres llevan 21 años en el negocio de la hostelería. Y hace cinco, en plena crisis, se trasladaron desde otra zona del polígono y han notado mejoría. También en la otra gran zona industrial de Alicante, al otro lado de la Autovía a Madrid, en el Mesón Las Atalayas advierten de cómo ha repuntado la actividad.

Ignacio Moya, de 35 años, pero con larga experiencia en el sector, recuerda: «Yo llegué aquí en 2004 desde el Pla de La Vallonga y, entonces, en esta manzana donde está ubicado el restaurante (Las Atalayas I) estaban trabajando unas 500 personas. Sin embargo, en plena crisis, entre 2009 y 2010, la cifra se redujo drásticamente. Hubo cierres. El golpe de la recesión fue fuerte», añade Moya, que tiene cinco establecimientos entre las dos áreas industriales y su experiencia le ha permitido mantenerse durante la crisis. Sigue con el oficio de su padre, Javier, que regentaba el «Restaurante Toledo» en La Vallonga.

Más ocupación

La situación ha cambiado en apenas año y medio. Los dos grandes polígonos de Alicante se encuentran al 85% de ocupación, aproximadamente, después de sufrir un desplome con la crisis, que les llevó a tener con actividad poco más del 50% de la superficie, según cuantificaba Vicente Seguí, director del polígono Las Atalayas.

Ahora, la realidad es que el mínimo espacio que queda son naves pequeñas, por lo que «casi no hay suelo disponible», añade el director, quien considera necesaria una ampliación de terrenos, porque, además, la zona comienza a tener problemas de aparcamiento. Un síntoma del repunte en el complejo.

Y otro síntoma del resurgir son las obras de remodelación o de ampliación que están acometiendo algunas compañías. Además, en apenas un mes, Las Atalayas tendrá un nuevo inquilino, con la entrada de la firma Sprinter, que trasladará allí todo su centro logístico y unificará los almacenes de distribución que tiene en Dolores y las oficinas centrales, que están en Elche.

La cadena de ropa deportiva anunció la pasada semana su fusión con la portuguesa Sonae, propietaria de Sport Zone. La firma ocupará, en régimen de alquiler, las naves de Altadis, que se encontraban cerradas desde que la tabaquera cesara su actividad en Alicante en diciembre de 2009.

Las instalaciones se encuentran ahora en fase de obras para adaptarlas a las necesidades de la nueva compañía y está previsto que allí trabajen más de 400 empleados.

Una nueva inyección para el complejo industrial, que tiene una superficie de 1.200.000 metros cuadrados, cuenta con alrededor de 200 empresas instaladas y a donde todos los días van a trabajar unas 4.000 personas, señala Seguí. El perfil de las compañías que operan son de tamaño medio-grande. Del sector de la logística y servicios, entre otras. Una línea que se ha mantenido en los últimos años en la incorporación de nuevas factorías.

«Media tostada y un café»

No obstante, «también ha habido casos de trabajadores que se vieron afectados por el cierre de sus empresas, se juntaron por especialidades y montaron sus propios negocios», comenta Ignacio Moya. En «Las Atalayas I» pasadas las 11.30 de la mañana sigue la afluencia de clientes que han parado para almorzar. «Una o media tostada y un café», es la petición más habitual.

En una pizarra colgada en una de las paredes del establecimiento se puede leer una promoción de «un café con leche, media tostada de aceite, 1,80 €». Hacia media mañana, el personal se prepara ya para los servicios de comida que ofrecen en los establecimientos y para los que sirven a empresas. En este último caso, «les damos a conocer el menú del día y los empleados que quieren que les llevemos la comida, nos lo comunican por correo electrónico. Hay que estar al tanto de las nuevas tecnologías», añade Moya. Nueve euros es el precio del menú del día: Primer y segundo plato -con varias opciones para elegir-, pan, una bebida y postre o café. «El mismo precio que antes de la crisis», aunque ahora el café se paga aparte. «La gente lo ha asumido bien».

Y, pese a que la actividad ha repuntado en los polígonos -«hay más alegría», dice Tamara de «K´Ricardo» en el Pla de la Vallonga-, la crisis sí ha cambiado algunos hábitos. «Los viernes cuando se acaba la jornada laboral no son igual que antes cuando, en muchos casos, los empleados de algunas empresas se juntaban a comer y después seguían con la tertulia», explicaba Tamara.

«Los sueldos no dan para todo», añadía. Tamara también comentaba que, incluso, hay trabajadores que van al bar «con sus bocadillos y lo que se piden es un cortado». En muchas empresas también tienen máquinas de café, y en las más grandes, incluso, servicio de catering para las comidas, comentaba Ignacio Moya.

El Pla de la Vallonga, con un millón de metros cuadrados, y 240 empresas instaladas, también vuelve a recuperar el pulso. «Ahora estamos al 85% de ocupación y cuando yo llegué aquí en 2014 estaríamos al 60%», señala Juan Luis Escoda, director del polígono. Un complejo donde se ubican, igualmente, firmas de logística y grandes compañías, aunque la mayoría son empresas pequeñas, talleres y negocios de autónomos.

Es uno de los polígonos grandes y más antiguos de Alicante. «Se remodeló en los años 90, pero necesita una ampliación, aunque esta posibilidad está complicada». Su ubicación le permite poco margen de maniobra en este terreno, reconoce Escoda.

No obstante, cree que las instituciones pueden invertir en su mejora. «Y también apoyar a los propietarios con alguna subvención para modernizar la imagen exterior», añade el director del polígono. En este área industrial, además de pequeñas empresas también tienen sede compañías de mayor tamaño, así como, la Inspección Técnica de Vehículos (ITV).

La ubicación, un activo

Tanto el director de Las Atalayas como el del Pla de la Vallonga señalan que estos polígonos no han sufrido la «fuga» de empresas a otras zonas por cuestiones económicas, al margen del descenso de compañías que han vivido la mayoría de los complejos industriales en España como consecuencia de la crisis. Ahora, con la reactivación, creen que las administraciones deben apoyarlos en sus demandas de espacio. Y subrayan que la ubicación de ambos al lado de la autovía, con accesos rápidos por carretera al puerto y al aeropuerto es un activo diferenciador que valoran las empresas para instalarse.

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