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Aprendiendo de nuestros errores

Sindicatos, negociación colectiva y salarios

¿Los salarios son bajos porque los precios se han mantenido en una senda muy moderada, o sucede justamente lo contrario?

Sindicatos, negociación colectiva y salarios

2017 ha sido el año en el que se ha producido un crecimiento generalizado de las economías de la Unión. Si crece la economía y aumenta el empleo, la teoría predice que los salarios deben subir, pero, sin embargo, no lo hacen. A pesar de la alta y creciente utilización de la capacidad instalada y de la reducción en la tasa de desempleo, el aumento salarial y la inflación subyacente, siguen siendo demasiado bajos. A medida que la actividad económica gana impulso y se tensa el mercado laboral, la presión salarial debería incrementar, pero el crecimiento salarial sigue siendo excesivamente modesto. No parece que exista una clara explicación teórica.

Un economista formado en el pensamiento neoclásico probablemente nos diría que los salarios son una consecuencia de la evolución de los precios y de la productividad, y que tanto los primeros como la segunda, lo han hecho, últimamente a un ritmo excesivamente lento. Esto último es cierto.

Pero, ¿los salarios son bajos porque los precios se han mantenido en una senda muy moderada, o sucede justamente lo contrario? Desde hace ya bastante tiempo, los bancos centrales más importantes del mundo han venido manteniendo que los aumentos salariales pueden convertirse en incrementos de los precios, generándose una espiral inflacionaria. Por ello han defendido, tradicionalmente, la moderación salarial. A la vista de los últimos pronunciamientos del BCE, podríamos decir que hubieran descubierto que la relación entre salarios y precios también puede dar lugar a una espiral inversa. A pesar de la muy expansiva y heterodoxa política monetaria desarrollada, el BCE no ha logrado alcanzar el objetivo del dos por ciento de inflación, lo que le mueve a señalar que es incuestionable que deben aumentar los salarios, ya que existe el peligro de que su poder adquisitivo disminuya a medida que aumenta el precio de la energía, lo que tendría implicaciones negativas sobre el consumo y, por tanto, sobre la demanda agregada, por lo que el sostenimiento del incipiente crecimiento económico necesita que las rentas procedentes del trabajo aumenten.

Tampoco parece que esté muy claro que sea el estancamiento de la productividad lo que esté provocando la anémica evolución de los salarios. En las décadas de los sesenta y los setenta del pasado siglo se produjo un aumento de la productividad notablemente superior al actual, muy a pesar del gran ruido que hoy existe sobre la revolución digital. Si observamos lo sucedido, comprobaremos que, desde el inicio de la crisis financiera internacional, el crecimiento de la productividad se paró. Profundizando un poco más nos damos cuenta de que ello coincide con una grandísima caída de la demanda agregada, por lo que, quizá, existan motivaciones macroeconómicas que expliquen el estancamiento de la productividad.

Si se incrementan los costes laborales, como consecuencia del aumento salarial, los empresarios tendrán incentivos para invertir en tecnología y obtener una mayor eficiencia, impulsando el aumento de la productividad. Pero, si no existe presión alguna por parte salarial y la demanda agregada sigue siendo débil, ¿para qué invertir en tecnología? O, dicho en otros términos, es posible que al aumentar los salarios, se esté impulsando la inversión necesaria para mejorar la productividad a largo plazo.

Puede suceder que la teoría económica neoclásica no sea capaz de explicar lo que está sucediendo, sencillamente porque está enmarcada en un mundo que no existe.

Veamos otro relato. Cuando la crisis económica desatada en 2007 deviene en una Gran Recesión y la errónea gestión del problema de la deuda griega se extiende, el diagnóstico alemán, que es el que se impone para el conjunto de la zona euro, indica que estamos ante un problema de exceso de deuda pública y de falta de competitividad, por lo que la receta adecuada consiste en la consolidación fiscal, que impone una severa austeridad, y la moderación salarial, para lo que era necesario reformar estructuralmente el mercado de trabajo.

Por ello, la «troika» formada por la CE, el BCE y el FMI, impuso, como condición a los países que requirieron ayudas -entre ellos, España-que reformaran profundamente sus mercados laborales, para, con la excusa de la flexibilidad y la competitividad, controlar los salarios y debilitar la negociación colectiva. Los salarios y los costes laborales unitarios, debían reducirse, y había que reformar la negociación colectiva, con la finalidad de eliminar, o como mínimo reducir, la rigidez salarial a la baja; toda una estrategia diseñada para debilitar el papel de los sindicatos, que no han sido capaces de evitar un sustancial recorte de los salarios reales.

Así pues, aquellos que, en su momento, promovieron el desgaste de las instituciones que tradicionalmente han intervenido, en Europa, para la fijación de los salarios -esencialmente los sindicatos y la negociación colectiva-son los que ahora reclaman que suban los salarios, ignorando, al parecer, que no lo harán como respuesta a la mera expresión de su voluntad, sino que habría que reconstruir lo que se destruyó.

Los razonablemente buenos resultados macroeconómicos se están distribuyendo de una forma muy desigual: los beneficios de las empresas crecen a unas tasas significativamente más elevadas a las que lo hacen las retribuciones de los trabajadores. Es cierto que ésta es una realidad bastante generalizada en Europa, pero en algunas naciones de una forma más pronunciada que en otras, y en esto España ocupa un lugar destacado: el aumento del empleo es temporal y precario, y los salarios, en muchísimos casos, de miseria, de forma que el trabajo ya no puede garantizar salir de la pobreza.

Terminamos 2017, con un aumento del salario mínimo interprofesional del 4 por ciento, para quedar, no obstante, en algo menos de la mitad de la media de países como Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia, Reino Unido e Irlanda, y solamente por encima de Grecia, Portugal o Bul

No deberíamos ignorar que es, precisamente, la moderación salarial generalizada la que dio lugar a la creación de una burbuja crediticia que terminó por estallar y generar el desastre del que estamos pretendiendo salir, después de pagar un altísimo coste.

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