Cada vez está más cerca el día en que podamos salir a la calle solo con las llaves y el móvil, o viajar exclusivamente con la maleta. La cartera repleta de billetes y tarjetas de crédito tiene los días contados. Europa va camino de quedarse sin efectivo en un futuro no muy lejano. En Suecia, por ejemplo, el dinero físico es prácticamente residual, ni siquiera los bancos disponen de ´cash´, por lo que es inútil atracarlos, y los cajeros brillan por su ausencia.

El teléfono se ha convertido en el nuevo monedero. En los últimos años se han multiplicado las plataformas de pagos móviles (Google Wallet, Apple Pay€ ). Pero la gran amenaza que se cierne sobre el dinero en papel son las criptomonedas o divisas digitales.

"El dinero en papel ya está en creciente desuso por la ingente cantidad de medios de pago digitales, las criptomonedas serían un factor más en su decadencia. De hecho, el 2016 fue el primer año que el uso de tarjetas como medio de pago superó al dinero en papel en España", asegura Mario Encinar, profesor de Data Science de AFI Escuela de Finanzas.

¿Qué son las criptodivisas?

Las criptodivisas son monedas digitales basadas en la tecnología blockchain, o cadena de bloques. Hay varios tipos (ethereum, litecoins€) pero las más popular es bitcoin, creada por un misterioso personaje llamado Satoshi Nakamoto y puesta en funcionamiento en 2008. En realidad, un bitcoin es un archivo informático con un código único que se compra en Internet y se guarda en el móvil o en cualquier otro dispositivo electrónico. Las transacciones con bitcoins se llevan a cabo a través de códigos cifrados para proteger los movimientos entre cuentas que circulan a través de la red. Las operaciones quedan registradas en una lista (blockchain) anónima que hace prácticamente imposible identificar una transacción con un usuario.

De garantizar la seguridad del sistema se ocupan potentes equipos informáticos llamados ´mineros´ que actúan de forma consensuada y que vigilan que un mismo bitcoin no pueda utilizarse en más de una operación. "Se encargan de recoger las transacciones que se producen en la red, las validan y las empaquetan en eslabones con unas propiedades especiales que las hacen seguras e inmutables", explica Salvador Casquero, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles? (IEB). A cambio de resolver cada operación reciben como compensación un bitcoin, con lo que se convierten en mecanismos de emisión de moneda. El límite es de 21 millones de unidades en circulación y en la actualidad hay 16 millones.

Al igual que el resto de monedas físicas, el bitcoin también fluctúa, aunque las cifras son más elevadas. El valor de un solo bitcoin supera en la actualidad los 4.000 euros y, según algunos expertos, en el futuro puede llegar a un millón. "Si nos fijamos en la ley de la oferta y la demanda podría ser. De todas maneras, no hace falta esperar a ese nivel para que sean millonarios los poseedores de bitcoin. Ya hay muchísimos crypto-millonarios que entraron en los inicios de criptomonedas que se han revalorizado muchos miles por cientos", señala Casquero.

Aunque en España su uso es todavía residual, lo cierto es que ya se pueden usar las monedas online en la red para realizar compras, previa autorización entre ambas partes mediante unas claves privadas.

¿Una amenaza para el negocio bancario?

Como no dependen de ninguna entidad financiera ni son controladas por ningún estado, las divisas online vendrían a alterar el sistema bancario actual, de hecho ya lo están haciendo en virtud de sus ventajas: "costes más reducidos, transparencia, inmutabilidad, liquidaciones inmediatas en tiempo real, descentralización, desintermediación y sobre todo la capacidad de dotarlas de inteligencia", indica el analista del IEB. Pero también tienen riesgos, como su gran volatilidad.

A la larga, "los bancos centrales, ´fedatarios´ de las monedas tradicionales, perderían su razón de ser. Con las criptomonedas, que estarían fundamentalmente descentralizadas, no habría un intermediario que daría fe de uso de esa moneda", comenta Encinar. Las políticas monetarias perderían fuerza y podrían afectar a la cadena de valor de las entidades. Además, se eliminaría parte de la información importante que pueden utilizar los bancos para conocer mejor a sus clientes.