¿Qué harán los médicos cuando un algoritmo sea capaz de diagnosticar a un paciente y predecir con mayor exactitud cuál será la evolución de su dolencia? ¿Y los gestores de redes sociales cuando un sencillo programa consiga generar con mayor precisión los impactos que buscan las compañías? Son sólo dos ejemplos de que la transformación digital de la economía no va a afectar únicamente a aquellos empleos que requieren menor cualificación -como pueden ser una cajera de supermercado o un obrero industrial- sino que va a cambiar los cimientos mismos de la mayoría de trabajos que ahora conocemos. Un cambio para el que debemos estar «preparados» y, sobre todo, del que debemos «tomar las riendas» para conseguir que la riqueza que se genere se redistribuya de una forma equitativa.

Así lo aseguró ayer la exministra socialista y actual presidenta de la Fundación Cotec, Cristina Garmendia, durante la conferencia que ofreció en la Sede Ciudad de la Universidad de Alicante con motivo del ciclo «Diàlegs d'estiu», que organiza la Conselleria de Transparencia para fomentar el debate sobre el cambio de modelo económico de la Comunidad Valenciana. Un acto al que, además del titular de este departamento, Manuel Alcaraz, también asistieron el responsable autonómico de Economía, Rafael Climent, y el de Hacienda, Vicent Soler.

Tras criticar los recortes que ha sufrido la inversión en I+D en España durante la crisis económica - «sólo Hungría presenta una evolución peor en toda Europa», señaló la exministra-, Garmendia aseguró que nos encontramos en un momento de inflexión, de «disrupción tecnológica» en el que «no podemos no estar». Una transformación que, en su opinión, generará «más riqueza» y una sociedad «más próspera» -según los cálculos de Cotec, podría añadir al PIB entre 1,8 y 2,3 puntos hasta 2025-, pero que también implica retos muy importantes, entre ellos las consecuencias que tendrá para el mercado laboral.

En este sentido, recordó un reciente estudio de la fundación que preside y de la consultora Mckinsey que asegura que casi la mitad de las tareas que realizan los trabajadores actualmente -el 48%, para ser exactos- podrían automatizarse con la tecnología que ya existe en estos momentos. Esto no significa que se vayan a perder la mitad de los puestos de trabajo actuales, ya que sólo un 5% de los mismos podría automatizarse completamente, pero sí que debe cambiar «la naturaleza de estos empleos». Es decir, que los profesionales afectados deberán encontrar la manera de añadir más valor a su trabajo o de encontrar nuevas tareas que asumir.

Garmendia admitió que resulta muy complejo anticipar qué puede ocurrir en los próximos años - «hace diez años, cuando preparábamos el plan 2020 de la UE, no supimos ver la explosión de la economía colaborativa o que un país querría marcharse de la UE», recordó, en conversación con los periodistas, minutos antes de su charla- pero destacó que la mejor forma de estar preparados es «formación, formación y formación». También recalcó que en todos los sectores hay tareas «donde el factor humano es difícil de sustituir» y apuntó, por ejemplo, que se van a necesitar «árbitros para gestionar este cambio» y conseguir que sea un cambio «inclusivo», que no dé lugar a nuevas discriminaciones ni aumente las diferencias sociales.

Alertó especialmente de la posibilidad de que se produzca una nueva brecha de género, ya que las tareas que son más susceptibles de digitalización son las administrativas, precisamente las que han ocupado las mujeres a medida que se han incorporado al mercado laboral. Pero también insistió en que los cambios afectarán a todos y que médicos, abogados o periodistas no se librarán. «Ya hay programas capaces de escribir crónicas deportivas excelentes», afirmó. Igualmente, señaló que los «perfiles digitales» en los que muchos confían ahora su futuro laboral también se encuentran entre los que más fácilmente podrán sustituirse por máquinas. Ahí es nada.