Ni tenía conocimientos en contabilidad ni le gustaban las finanzas ni se implicó nunca en estas cuestiones en la caja de la que fue su último presidente. Su función, repitió en varias ocasiones, no era la de vigilar y, ya puestos, ni tan siquiera la de leer lo que firmaba. Porque si le ponían un papel delante y los exdirectores generales Roberto López Abad o María Dolores Amorós («o cualquiera de las personas que llevaban 35 años en la entidad», añadió) le pedían que estampara su rúbrica, él lo hacía sin problema. «¿Cómo me iba a negar? Yo era un mero instrumento», llegó ayer a afirmar Modesto Crespo durante su declaración ante el tribunal que le juzga por los delitos de falsedad, apropiación indebida, estafa y manipulaciones informativas, entre otros. Cargos por los que el fiscal no le acusa pero por los que el resto de las acusaciones le reclaman hasta 17 años de cárcel y una multa de 144.000 euros.

Tan bajo fue el perfil que ayer quiso dar el empresario ilicitano ante los magistrados en cuya mano está su abolución o su condena que no se entiende cómo alguien con tan pocas cualidades para el cargo pudiera ser el presidente de la CAM desde mediados del 2009 hasta su desaparición en julio de 2011. O sí.

Yendo más allá incluso que cuando declaró ante el magistrado Javier Gómez Bermúdez durante la fase de instrucción (cuando resumió su cometido en la CAM en hablar con el exjefe del Consell Francisco Camps y con el obispo), Crespo se dibujó como alguien que pasaba por allí, donde aseguró, eso sí, que iba todos los días. «Pero no por la caja sino por Tinser», quiso precisar en alusión a la participada por cuya presidencia se embolsó los 600.000 euros que han dado origen a otra causa penal en la que también está acusado al considerar que en realidad fue una tapadera para cobrar como presidente de la caja, un cargo no remunerado hasta su llegada.

De compras por los outlets

En su intento de demostrar que ignoraba prácticamente todo lo que ocurría a su alrededor, Modesto Crespo relató cómo en una ocasión en vez de asistir a una reunión de SIP que se celebró en Elche, aprovechó que era el presidente del Patronato del Misteri para llevarse a la mujeres de los representantes de CajaAstur, Caja Extremadura y Caja Canarias a visitar outlets de zapatos y bolsos. Debe ser por eso que cuando el fiscal le preguntó por qué se rompió esta posible fusión respondió: «Pues no lo sé. Nosotros queríamos seguir, fueron ellos los que no quisieron».

Por descontado que no tenía noticia alguna de que las cuentas de la caja fueran mal. Es más, destacó que todas se aprobaron por unanimidad sin que tener que hacer uso del voto de calidad y que todas las informaciones que llegaban eran positivas. «No tenía por qué sospechar nada ni tener unos conocimientos que usted cree que tenía que tener», espetó con un tono calmado y respetuoso a una de las acusaciones particulares. No respondió ni a las populares ni a ninguna de las defensas, excepto la suya.

A la pregunta del abogado del Fondo de Garantía de Depósitos sobre por qué aceptó que le facultaran para realizar titulizaciones de activos si tan pocos conocimientos financieros tenía, Crespo explicó que hacía falta su firma y que no podía negarse «merecían mi confianza aunque ellos sabían que yo no sabía nada».

En otro momento del interrogatorio el empresario se lío hasta el punto de no recordar si había ido o no en alguna ocasión al Banco de España (primero dijo que no y luego admitió que sí), aunque reiteró que el organismo regulador nunca les informó de la situación de la caja. Y al ser cuestionado sobre si no le sorprendió que teniendo beneficios, como supuestamente había, se pidiera ayuda, explicó que se hizo «porque a otros les habían dado y a nosotros no. Nos habríamos sentido discriminados».

En cuando a las retribuciones del cuadro directivo, al último presidente de la caja se pareció loable que se las rebajaran y sobre lo elvado de la percibida por Amorós tras sustituir a López Abad dijo: «¿Quiénes éramos nosotros para bajarle las prestaciones a una señora en esos momentos?, y más siendo una señora».