Va a ser que al final, el Gobierno de izquierdas presidido por el barón socialista Ximo Puig (que sostenía con Susana Díaz el ariete que derribó a Pedro Sánchez por aquello del «no es no») y copresidido por un referente estatal del nacionalismo moderado (y también de izquierdas), Mónica Oltra, va a salvar de la quema a una patronal de empresarios diezmada y casi en quiebra a causa, precisamente, de aquellos tiempos en que Coepa alegraba la gestión, sostenía y en algún tiempo bajaba la cabeza e incluso jaleaba a gobiernos autonómicos del Partido Popular. Y no precisamente al último de Alberto Fabra, sino aquellos de Zaplana y Camps que contribuyeron de forma notable a la ascensión y caída de patrimonios que la provincia de Alicante exhibía en su ADN con cierto orgullo, verbigracia la extinta Caja Mediterráneo o, con menos orgullo de pertenencia a la tribu, esta patronal.
Veremos cómo explica Puig a sus socios del Pacte del Botànic (sobre todo a Podemos), que el cambio consistía en salvar con dinero público a los empresarios. No es lo de Bankia, pero suena raro.
Vamos acabando. Los críticos con la cúpula de la patronal, que cuentan con una representatividad empresarial en Alicante nada despreciable, se apresuran estos días a cuestionar cada iniciativa que signifique que Coepa asegura su continuidad. Prefieren refundarla y crear una nueva confederación limpia de los restos del naufragio. La pregunta es para qué. Más allá de las siglas, todavía no conocemos qué modelo de patronal quieren. Ni siquiera qué provincia de Alicante plantean.
