El Sabadell continúa con su proceso de reorganización interna. Tras los cambios introducidos en la red de sucursales a principios de este año, con la creación de nuevos modelos de oficinas según el tipo de trabajo a desarrollar, más centrado en los servicios de caja o en la atención personalizada, ahora le llega el turno a la estructura jerárquica y geográfica del banco.

La entidad mantiene sus seis grandes direcciones territoriales -Cataluña, Centro, Sur, Noroeste, Norte y Este (en la que están englobadas la Comunidad Valenciana, Baleares y Murcia)- pero suprime las tradicionales divisiones provinciales en cada una de ellas. Las conocidas como direcciones regionales en la nomenclatura del banco, que en el caso de Alicante ha ocupado en los últimos años Juan Merino.

En su lugar, a partir de ahora habrá en Alicante hasta cuatro direcciones regionales distintas -en realidad la estructura es más similar a una división comarcal- que absorberán las actuales direcciones de zona y que se ocuparán exclusivamente de la red comercial y de su actividad, mientras que el resto de tareas que dependían de la provincial, como la gestión del riesgo, la mora o la banca privada, pasarán a depender de departamentos especializados a nivel de toda la territorial.

En el caso de la provincia estas cuatro nuevas direcciones regionales serán las de Alcoy-Vinalopó, Alicante Centro, Elche y Orihuela-Vega Baja que, a su vez, dependerán de la nueva dirección de red comercial de Alicante-Murcia (habrá otra para Valencia-Baleares).

Según destacan desde el banco, el objetivo es que cada una de estas nuevas divisiones regionales tengan más autonomía para «acercar la gestión a los clientes» y agilizar los tiempos de respuesta en las operaciones. Pero, sobre todo, el hecho de segregar el resto de tareas pone de relieve el interés del Sabadell por aprovechar a sus mandos intermedios para impulsar la actividad comercial de su red de oficinas.

Y es que en la entidad presidida por Josep Oliu tienen muy claro la necesidad de generar nuevos ingresos para contrarrestar la caída de los tipos de interés, que ha hundido la rentabilidad de todo el sector. En este sentido, el banco quiere sacar a la calle a sus empleados en busca de nuevo negocio y también reforzar las ventas cruzadas. Es decir, conseguir que los clientes que sólo tienen la nómina o la hipoteca, utilicen también los servicios del banco para contratar sus seguros, sus planes de pensiones o los fondos de inversión que ahora tienen con otras entidades.

También se quiere mejorar la «experiencia de los clientes», conscientes de que el futuro del sector pasa por el cobro de los servicios -las temidas comisiones- y que sólo un servicio diferencial y que aporte valor logrará vencer la resistencia de los usuarios hacia estos pagos.