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José Enrique Garrigós

Adiós al dirigente que logró apartar la larga sombra de su predecesor

Adiós al dirigente que logró apartar la larga sombra de su predecesor RAFA ARJONES

No lo ha tenido fácil José Enrique Garrigós a lo largo de sus seis años al frente de la Cámara de Comercio de Alicante. Y no me refiero exclusivamente a la gestión diaria de la entidad o a los problemas que luego pudieron surgirle por su vinculación a la extinta Caja Mediterráneo. Tampoco hablo del ERE o de la abolición del pago obligatorio de cuotas camerales por las empresas, fueran del tipo que fueran, y que, en virtud de un cambio de ley en tiempos del Gobierno Zapatero, dejó tiritando la hucha de las cámaras de comercio españolas. Y ya es sabido, el poder llega hasta donde alcanza el presupuesto. Frente a todo esto, el principal reto que este turronero tuvo que afrontar nada más tomar posesión del cargo fue llenar el hueco de su predecesor, Antonio Fernández Valenzuela, uno de esos personajes que acaban convirtiéndose en una especie en extinción, hombre con carisma, con autoritas (no confundir con autoridad, que también) entre los empresarios y la clase política, que llegó a la Cámara alicantina como una referencia social y un líder de opinión, más entre quienes no coincidía ideológicamente por su condición de socialista que entre sus propios, y que logró en pocos años que todo el empresariado de Alicante se sintiera representado por un rojo peligroso. Para cuando Valenzuela comenzó a cometer errores ante la sociedad que le admiraba, como el de tratar de volver a la arena para ser candidato a la Alcaldía de Alicante por el PSOE (éste ya no era su tiempo), a Garrigós ya lo había ungido como sucesor. El de Xixona ni tenía el carisma ni la capacidad de análisis de Antonio, pero sí un reconocimiento a su labor como empresario, y voluntad y tesón para hacer bien las cosas. Le horrorizaba hablar en público, pero sin alcanzar a ser Churchill, logró que sus discursos en la Noche de la Economía Alicantina llegaran a parecer creíbles. Y todo a pesar de su proximidad al Partido Popular, al que sin embargo reprochó su escaso gancho en Madrid para atraer inversiones a Alicante y afeó en público casos de corrupción insoportables para esta sociedad. Garrigós se marcha con las cuentas de la Cámara en vías de sanearse y con escasa contestación interna.

Si algo hay que reprocharle es su ingenuidad, como cuando el PP le ungió para incluirlo como consejero de la CAM. Nunca debió aceptar, pero en aquel Reino de fantasía que presidía Francisco Camps, ¿qué colega suyo no cayó en la tentación de pertenecer a la Corte?

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