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El calvario del contribuyente

En la semana comprendida entre dos domingos jubilosos, el de Ramos y el de Resurrección, las procesiones han mostrado los pasajes duros del calvario que padeció Jesucristo...

El calvario del contribuyente

El presente internacional muestra muchos aspectos detestables en el ámbito fiscal que contrastan en este mundo calificado de ideal por muy pocos, aunque terrible para una gran mayoría que lo sufre como azotes o como coronas de espinas que portaran en sus cabezas. Es palpable la desigualdad económica que se ha fraguado en los últimos tiempos, y son humillantes e insoportables las exigencias fiscales en los países del primer mundo, porque quienes más necesitan ayuda, los que más reos se sienten por las políticas de austeridad en tiempo de crisis al estar hundidos en la miseria, son los que más contribuyen.

Sin embargo, los expertos observan el despuntar de repulsas, actitudes de rebeldía, y signos de ira entre los pueblos más necesitados y entre los ciudadanos que soportan una imposición regresiva sobre el consumo, sin que puedan escapar sus escasas rentas de los impuestos directos; de ahí que podamos pensar que se está iniciando un nuevo orden fiscal, dado que el actual sólo ha llevado al empeoramiento y a la inequidad distributiva, al descontento de las mayorías y tan solo a la complacencia relativa de unos pocos. A título de ejemplo, destacaré sólo algunas de sus causas:

Alta fiscalidad aparente

Los sistemas fiscales del mundo desarrollado no son perversos pero sí ineficientes, porque quienes por sus elevadas rentas o altos patrimonios más deberían de pagar, cuentan con escapatorias legales para no hacerlo, con multitud de bonificaciones y deducciones fiscales; con vacíos y nichos que les permiten postergar la tributación, con artificios dilatorios y diversidad de interpretaciones favorables, para las que cuentan con los mejores asesores. Eso lleva a un evidente divorcio entre la legalidad vigente y la realidad que se somete a gravamen, permitiendo que un sistema que alardea de justicia, lleve a soportar gravámenes efectivos ínfimos para las rentas más altas.

La inequidad distributiva se ha deteriorado incluso con la crisis. Según Oxfam Intermon, mientras en 2010, eran 388 los millonarios que igualaban en fortuna a la mitad más pobre de este mundo, en apenas cinco años, sólo son los 62 más ricos los que alcanzan el vergonzoso récord de que su enriquecimiento exponencial igual a los 3.500 millones de personas más necesitadas y que tratan de subsistir entre la miseria.

Descontrol defraudatorio

Los que disfrutan de una gran capacidad económica sustentan su actitud de rechazo fiscal al asegurar que el sistema fiscal es injusto y muy gravoso para ellos, porque se consideran el origen del desarrollo económico, la esencia del buen funcionamiento y los motores de la actividad. Desde esta interesada y excluyente concepción, no se creen culpables por la elusión fiscal y hasta creen justificado el fraude.

Así se explica que el fraude fiscal en España que, según diferentes estudios, gira alrededor del 23%, actúe como una losa impidiendo nuestra recuperación. De él sólo una fracción se puede detectar por la inspección: el pasado año, ésta pudo recuperar 15.664 millones de euros, un 27,2% más de lo recaudado en 2010. Queda sin embargo una parte muy superior sin hallar ni sancionar, para la que se hace necesario emplear otros medios y políticas persecutorias: policía fiscal, pagos a confidentes, listados de defraudadores; y apuntar a dianas más contundentes: multinacionales, bancos, paraísos fiscales, etc. Incluso, acabar con la perversa costumbre de aprobar, de tiempo en tiempo, leyes de amnistía o regularizaciones fiscales para perdonar a los delincuentes tratándolos como hijos pródigos arrepentidos que no van a reincidir. Algo imposible, porque la reincidencia es algo implícito a su naturaleza.

Mala ejemplaridad

Las multinacionales deberían dar ejemplo, y sin embargo, juegan un vergonzoso papel en materia de ocultación, actuando con argucias legales, emplean sus filiales y los precios de transferencia para aflorar sus beneficios en los países con una fiscalidad laxa, aunque en ellos no realicen sus principales actividades, originando un expolio fiscal que lleva a pérdidas recaudatorias en el impuesto de sociedades, de aproximadamente unos 200.000 millones de euros a nivel mundial, sin que la legislación internacional les obligue a declarar la procedencia de sus ingresos por naciones. Y es imprescindible que cuenten, para procurar salida a las rentas y beneficios de las grandes empresas, con el papel de ocultación y mediación que realizan las entidades bancarias para facilitar la apertura y traslado del dinero a los paraísos fiscales, en los que se estima una ocultación de entre 15 y 30 millones de dólares, sin que sobre ellas se aplique el rigor sancionador.

Hipocresia internacional

Mientras los mandatarios de muchos países que se autocalifican de ejemplares se ufanan hablando de equidad fiscal y de acuerdos para luchar contra esta lacra que atiza a los más necesitados, sus Gobiernos siguen siendo pusilánimes y permiten los paraísos fiscales en sus territorios de ultramar o incluso en su seno más cercano. Se estima que con ello, se sustraen cuotas cercanas a los 180.000 millones, sin que sientan la menor vergüenza, a la vez que obvian e impiden el rigor en la inspección de las múltiples operaciones de lavado de dinero, en las que dentro del grupo de la Europa de los 15, España ocupa el cuarto lugar.

Pero frente a las cuantiosas fuga de dinero, a la falta de coordinación para castigar el fraude, a la inequidad fiscal de gravar a sangre y fuego a los más pobres y necesitados, cuyos escasos ingresos se suelen controlar mientras que los goliats de las finanzas se escapan de la acción fiscal; frente a las políticas restrictivas en las prestaciones sociales y económicas, se está produciendo la repulsa social, la exigencia de un nuevo orden fiscal, y la necesidad de que los países se muevan. Ya en la Unión Europea se está ultimando el proyecto BEPS, que plantea 15 líneas de actuación contra la erosión de las bases imponibles y el traslado de beneficios, y que en el próximo mes de abril se presentará. Lamentablemente, la insoportable levedad de las medidas se muestra al aprobarse a modo de recomendaciones; es decir, si ser de exigencia obligada.

Mala cosa es que mientras el pueblo llano cumple las leyes fiscales, la desigualdad en rentas y riqueza siga aumentando. Que los que influyen en su aprobación y exigencia, las eludan sistemáticamente, porque las consideren lesivas a sus intereses de enriquecimiento compulsivo. Recordar la cita bíblica del ojo de la aguja y el camello, vendría muy bien si se quiere mejorar la justicia en el mundo. Pero claro, muy pocos son creyentes y la gran mayoría a adoran a otro dios: el del dinero.

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