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Réquiem por la nómina

Réquiem por la nómina

Pues sí, la nómina va a ser una reliquia económica del pasado como ocurrió con la economía del trueque hace ya 10.000 años en el neolítico. Esto es imparable. La disrupción de la economía ya está afectando a todos los sectores, y fundamentalmente al sector servicios. En la columna Charlemagne en The Economist de la semana pasada se hacía una reflexión acerca de la 'uberización' de la sociedad.

En Europa el 25% de la fuerza laboral ya no tiene una nómina. Son autónomos. En inglés «freelance» («free» de libre, por cierto). La masa de asalariados se reduce cada vez más. Esto tiene una importancia capital: el final de la colectividad, lo que supone reescribir lo que significa igualdad y bienestar en la era de lo digital.

La izquierda siempre ha sido la abanderada del progreso colectivo. Pero este colectivo se va a quedar sin trabajo poco a poco por la automatización -de esto ya hablamos en el artículo anterior- y si hay un país modelo de lo que significa la lucha por el progreso colectivo ese es Francia. Ya saben, un país que consiguió las dos semanas de vacaciones remuneradas en 1936, que en 1986 se elevaron a cinco con Mitterrand y que pasó de la jornada laboral de 40 horas a la de 35 en el año 2000. Pero la disrupción tecnológica ha llegado, y este campo es tan grande que no hay manera de ponerle puertas. Mire un ejemplo, Francia tuvo que promulgar la Ley Thévenoud, una ley ad-hoc, para prohibir Uber -la aplicación móvil para compartir coche- en aras del bien colectivo de los taxistas, pero los clientes prefieren Uber al taxi tradicional. Esto es imparable. Esto es la «uberización» de la sociedad. Y es que tenemos un universo de servicios a nuestra disposición todas las noches desde el iPad mientras vemos una serie en la tele.

Hay un socialista francés que lo tiene claro: el ministro de Economía, Emmanuel Macron. Macron se está enfrentando al discurso tradicional de la izquierda, proponiendo un neoprogresivismo que fomente el progreso individual, y si la sociedad es capaz de mejorar el bienestar del individuo, de muchos individuos, será capaz de mejorar el colectivo. Pero esto choca con el discurso histórico construido por los socialistas. Macron no está rehuyendo el debate ya que tiene claro que la última palabra la tiene el consumidor, y que el mercado es el que manda, y el consumidor no va a obviar la digitalización de la economía, no va a coger por ejemplo un taxi tradicional sólo por seguir fiel a las proclamas históricas del progresismo colectivo o del ideario socialista. Y la digitalización en esta nueva economía supone que lo freelance se impone. El trabajo tradicional va a cambiar.

La nómina está herida de muerte. El siguiente paso que van a notar los asalariados es que ya no se les van a pagar por las horas que pasan en la oficina o la fábrica, sino por lo que han producido durante las horas de presencia en la empresa. Se tardará más o menos tiempo, costará una o varias huelgas, se movilizarán más o menos los sindicatos, pero esto va a llegar.

No teman. Que no pasa nada. Algunos hace casi dos lustros que dimos el salto a lo «free» y aquí seguimos. Todo es cuestión de adaptarse.

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