No consideran Roberto López Abad ni Francisco Martínez que tengan obligación moral alguna de dar explicaciones a lo que queda de lo que fue la entidad que confío en ellos para gestionar sus fondos situándolos en cargos en responsabilidad, el más alto en el caso de López Abad. De este desprecio hacia la que fue la cuarta caja de ahorros del país dieron ayer ambos exdirectivos sobradas muestras al negarse a responder al representante de la acusación particular que se ejerce en representación de los intereses de la Gestora de la CAM, (valedora de la obra social de la entidad, lo único que se salvó del naufragio financiero y seña de identidad de la caja) y del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), quien en definitiva pagó los platos rotos de la recapitalización de la CAM antes de su venta al Sabadell, objetivo para el que aportó cerca de 4.500 millones.

Ninguna de estas razones parecieron pesar ayer en el ánimo de los dos exdiretivos que, en la persona del abogado de la CAM y del FGD, demostraron el más absoluto desdén hacia la que durante muchos años fue su empresa.