El Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo su mayor incidencia sobre la economía española durante la etapa más dura del franquismo, tal como explica el director del Observatorio de Coyuntura Económica Internacional de la Universitat de València, Vicente Pallardó. España entró a formar parte de este organismo en 1958, tres años después de que fuera admitida en la ONU. Aquellos fueron los años finales de la autarquía y el aislamiento que España padeció por el alineamiento de Franco con las potencias fascistas durante la Segunda Guerra Mundial. La nueva geoestrategia de confrontación postbélica de los países capitalistas frente a los comunistas dio aire al franquismo y le abrió algunas puertas internacionales.

Una de ellas, la económica, fue la del FMI, y, según Pallardó, fue muy relevante, dado que los expertos del organismo con sede en Washington se convirtieron en asesores de los jerarcas del régimen -capitaneados por el Opus Dei- que pusieron en marcha la apertura al exterior de la economía española. Según el director del OCEI, el consejo del FMI contribuyó a "sentar las bases" de lo que en los años sesenta del pasado siglo fue el desarrollismo del país. La mejoría económica de aquel país atrasado y con una población analfabeta, hambrienta y propensa a la inmigración se disparó con la llegada de la democracia y su posterior consolidación a través del ingreso en la UE. Este devenir de acontecimientos situó a España entre los países más desarrollados del mundo, ante los cuales, según Pallardó, el FMI simplemente tiene un papel "consultivo". Desde aquellos lejanos años de los planes de estabilización, España no ha requerido la intervención directa del Fondo y lo que es de esperar, vistos los casos de Grecia, Irlanda o Portugal -parecía imposible que el FMI tuviera que intervenir en un país de la Europa más desarrollada, como es el club del euro, pero la crisis actual se ha llevado por delante esta convención, al igual que tantas otras- es que no sea necesario en los tiempos más inmediatos.