Habría que decirle a Fali, jugador del Cádiz, que el riesgo cero no existe, no ya para la terrible pandemia que estamos padeciendo, sino para la salud de cualquier persona antes o después de ella. Pero también para cualquier actividad laboral, deportiva o de ocio, incluso para salir a la calle, incluso para el que se queda en los confines de su domicilio. Siempre estamos expuestos a que nos pase algo, a cualquier cosa que afecte a nuestra salud, en cualquier circunstancia. El miedo es libre, es lícito tenerlo, ayuda en ocasiones a evitar males mayores, nos avisa de posibles accidentes, pero carece de sentido elevarlo a la enésima potencia cuando nos impide el ejercicio de nuestra profesión, de nuestro oficio, de nuestra vida. Otra cosa es la prudencia, que es sinónimo de cautela, que nos acerca a el camino de la sensatez, a obrar con buen juicio.

Ni en la fecha que pueda establecerse desde la oficialidad de las instituciones que nos gobiernan para dictaminar el regreso al trabajo de todas las actividades, existirá el riesgo cero a contraer la enfermedad del coronavirus que nos azota. Si es por ello, Fali,de mantenerse en sus trece, debería anunciar su retirada definitiva de la práctica profesional del fútbol. Sus declaraciones no se entienden cuando el número de muertes se cuentan por decenas de miles, cuando los sanitarios arriesgan sus vidas día tras día para salvar nuestras vidas, también la de él. Cuando transportistas, bomberos, fuerzas de seguridad del estado, agricultores, pescadores, trabajadores de residencias de ancianos, militares, trabajadores de alimentación y otros acuden diariamente a sus puestos de trabajo para que en nuestros confinamientos podamos alimentarnos y tener cubiertas nuestras necesidades básicas vitales, incluido Fali.

Los futbolistas, privilegiados trabajadores del balompié, son profesionales que se deben a sus clubes y organizaciones afines, que cobran sus emolumentos, que ya quisieran otros profesionales de cualquier sector productivo, sobre todo gracias a unos derechos televisivos y en menor medida a otros ingresos, derivados de aquellos en su mayoría. Es así guste o no, por tanto como cualquier otro profesional depende de las decisiones de quienes le pagan. Los clubes, sociedades anónimas deportivas, como cualquier empresa, en estos momentos dependen de lo que en buen juicio dictaminen las autoridades sanitarias del país. El fútbol, que supone casi el 2% del PIB, según cifras que andan por ahí, genera riqueza en infinidad de puestos de trabajo indirectos.

Por tanto actitudes como las del jugador del Cádiz, únicamente llevan al alarmismo. Exigir el riesgo cero es como pedir peras al olmo. Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, y exigencias de esa naturaleza conllevan confusión, no aportan nada en positivo, y plantean comparaciones que terminan por ser odiosas. Así que ánimo Fali, a jugar cuando toque, y si no a buscarse la vida por otros lares, en los que ten por seguro no estarás tan bien cuidado.