Dos semanas de confinamiento han puesto de relieve otras tantas conclusiones inmediatas en el mundo del deporte: la competición es la esencia de este juego y de este negocio, y sin ella sus grandes protagonistas pierden toda su aura divina para quedarse en casa aislados como héroes en zapatillas.

Como era previsible, la suspensión de las Ligas y torneos ha apagado de golpe el enorme interés que gravita sobre el deporte de élite. Obviamente, es irrelevante ver a Messi darle toques a un rollo de papel higiénico o a Sergio Ramos jugar un partido en la «play-station». Reducidos por el estado de alarma a su condición de ciudadanos de a pie, buena parte de nuestros futbolistas se enfrentan estos días a los mismos problemas que la mayoría de la infantería social: expedientes de regulación temporal de empleo, rebajas de sueldo, vacaciones condicionadas, incertidumbre presente y futura...

Bienvenidos al mundo real, se le debe decir a algunos de ellos que intentan distraernos con sus ejercicios lúdico-físicos durante el confinamiento en los inmensos jardines de sus mansiones. Mientras, otros como el ilicitano Saúl Ñíguez -y deportistas impagables como Pau Gasol y Rafa Nadal- aprovechan su popularidad para promover campañas de ayuda a pymes y autónomos afectados por el descalabro y captación de fondos contra la pandemia.

Este puñetazo de realidad en el estómago de la acomodada clase futbolística sorprendió al Elche CF en el mejor momento de la temporada y al Hércules en el peor de su historia, en puestos de descenso a Tercera y con un Erte en trámite, al igual que han hecho el Lucentum y el Balonmano Benidorm.

Acabe cómo y cuando acabe la temporada, se compita este verano o en Navidad, esta crisis del coronavirus debe remover no pocos resortes del deporte profesional, empezando por los excesos salariales en los clubes de fútbol. Acostumbrados a pagar cifras exorbitantes y a convertir en semidioses a sus «galácticos», han creado otra burbuja de agravio e irrealidad que ahora les explota en las manos y tienen que refugiarse como tantos otros en un Erte. El desastre no les humaniza; les vulgariza.ay cosas que no cambian ni con el coronavirus. Más de mil inscritos en el Medio Maratón de Alicante siguen a la espera de conocer la nueva fecha de celebración de la carrera dos semanas después de la suspensión y mientras todas las demás pruebas que se cancelan van ocupando el calendario y reducen los días disponibles. La inacción y la ineficacia también se contagian. De mandato en mandato.