El confinamiento anima la imaginación. La libertad del ser humano va mucho más allá que su capacidad de movimiento, de la mera posibilidad de desplazarse, y aquella no hay decreto de estado de alarma que pueda restringirla, no hay capacidad humana, aunque de oficialidad se torne, que tenga poder para coartar, para prohibir.

El pensamiento es libre, vuela en los límpidos cielos de nuestra imaginación y nos conduce por veredas de ensoñaciones para divertimento de nuestra alma y de nuestra mente.

Nuestro poder cognitivo sumado a nuestro anhelo por fantasear, nos conduce a recordar y/o imaginar aquello que nos proporcione un momento de calma, de tranquilidad, de sosiego, de placidez en tiempos de pandemia.

No hay fútbol, no se marcan goles ni al arco iris, siguen en estado de alarma y también de esperanza los clubes, jugadores y espectadores, preparados para volver a la acción cuando está pesadilla pase como tantas otras en la historia de la humanidad.

El Hércules sigue ahí agazapado, quizás por la vergüenza de su posición, y ya ha presentado un Erte. El Hércules sigue ahí en el corazón de los herculanos entristecidos por los desgarros que el bicho maldito ejecuta con ominosa destreza a la sociedad, incluida la familia herculana.

Mas de un contagio, más de un enfermo, y alguna baja, como la del gran Benito Joanet. Por eso ante la acumulación de desgracias, dónde los óbitos son cada vez más numerosos, es preciso dejar volar la imaginación para así llevar con más serenidad el obligado confinamiento.

Con ella nos paseamos por las calles alicantinas, recreamos momentos cruciales, lugares comunes de la centenaria historia herculana, personajes que construyeron desde el terreno de juego y los despachos el club que hoy conocemos.

Acudimos a Bardin, sito en el antiguo Regimiento de Infantería San Fernando 11, para ver como Zamora y el Real Madrid inauguraban el estadio que una familia de ascendencia francesa dono al equipo.

Por allí pasaron leyendas como Pérez, Maciá, Tatono, Blazquez, o Morera, aquél ariete costarricense que el Hércules hurtara por cien mil pesetas al mismísimo Barcelona, y Adrover, extremo predecesor de Ramón, que fichara el Atlético Aviación, y que falleciera con tan solo 23 años.

Años en Primera, cortados por la guerra civil, de donde se bajó en los cuarenta con el nombre de Alicante CD, hasta el ascenso en los cincuenta que se celebró con la vuelta a la Florida, al campo de La Viña.

Veinte años más en ese barrio herculano, que vivió muchos buenos en segunda división con jugadores de la talla de Bilbao, Quetu, Paqui, Arana, José Juan, o Ramón con quienes ascendió en el 66.

Años de apertura del turismo, años de torres de iluminación, años de la primera retransmisión televisiva en directo ante aquel Las Palmas de Guedes y Tonono.

Años que se tornaron tristes por el descenso en cascada del equipo hasta la Tercera y la obligada retirada de Ramón, del que se decía era el sustituto de Gento, tras su fichaje estrella por el Atlético de Madrid.

Años que se tornaron en fiesta con la llegada de la década de los setenta y sus aires de libertad. Años en los que junto a la democracia trajeron consigo la mejor época del equipo, con esa década de oro en el nuevo campo, el Rico Pérez, por el que desfilaron grandes futbolistas.

Desde Deusto hasta Barrios, desde Giuliano hasta Saccardi, desde Carcelén hasta Aracil, desde Reces hasta el genial Kempes. Esos tiempos en los que la recuperación del derecho al voto, las libertades, la Constitución del 78, se vieron acompañados en su alegre realidad con un Hércules en la cima de su trayectoria histórica.

Mientras a base de memoria, recuerdos e imaginación paseamos por nuestra historia, juntos le marcamos un gol al coronavirus desde el "quédate en casa" y el aplauso diario, que subirá al marcador para rememorar, cuando venzamos el encuentro a este virus de pesadilla y nuestras vidas recuperen la normalidad y la rutina a veces tan denostada y hoy tan deseada.