Gedeón Guardiola (Petrer, 1 de octubre de 1984) es un valor seguro para los Hispanos que acaban de proclamarse campeones de Europa tras un torneo inmaculado en el que no han conocido la derrota. La presencia del petrerense es fundamental en el equipo cuya experiencia ayuda a solventar los problemas que van surgiendo.

A sus 35 años y con más de 100 internacionalidades a la espalda, Gedeón ha vuelto a celebrar otro gran éxito. Y ya van muchos, ya que su trayectoria puede considerarse una de las más importantes de la historia del deporte alicantino. El petrererse ya tiene en sus vitrinas tres medallas de oro en citas internacionales, una del Mundial de 2013 y dos del campeonato de Europa de 2018 y 2020. Además, ha sumado con los Hispanos una plata y un bronce en anteriores citas continentales. Palabras mayores para Gedeón que puede redondear su historial en los próximos Juegos Olímpicos de Tokio.

El jugador de Petrer seguirá jugando en Alemania, pero en otra ciudad. Cambia de aires en la Bundesliga para reunirse el año próximo con su hermano Isaías en el Lemgo.

El alborozo de los jugadores españoles sobre el podio escondía algo más que la alegría por la consecución de su segundo título continental consecutivo, una gesta que hasta ahora tan sólo había sido capaz de lograr Suecia: reflejaba el alivio, tras cuatro años de rabia contenida, por la consecución del billete olímpico.

Ese motor ha impulsado en estos últimos tiempos al conjunto español, tras el tremendo varapalo que supuso no lograr la clasificación para los pasados Juegos de Río.

Da igual que los Hispanos se coronasen hace dos años en Zagreb por primera vez en su historia campeones de Europa, acabando con una maldición de cuatro finales perdidas. A la cabeza de los jugadores españoles seguía regresando una y otra vez la pesadilla vivida en el preolímpico de Malmoe. En la mente y en el alma de los internacionales españoles seguían clavados como una espina los fatídicos veinte minutos finales del encuentro con Eslovenia, que apartaron al conjunto español de los Juegos disputados en la capital brasileña.

Ninguno podía comprender cómo a un equipo que se había proclamado campeón del mundo en el año 2013, subcampeón de Europa en el 2016, bronce europeo en 2014 y semifinalista del Mundial 2015, una mala tarde pudo haberle apartado de la gran fiesta olímpica.

Un durísimo golpe que llevó, incluso, a algunos de los más veteranos a plantearse el fin de su carrera internacional, incapaces de encontrar fuerzas para acometer un nuevo ciclo olímpico.

Pero el conjunto español encontró en su dolor la motivación para volver a pelear por estar de nuevo en unos Juegos Olímpicos, un objetivo que pasó a convertirse en una obsesión, incluso para aquellos jugadores más jóvenes que han ido entrando en el equipo estos últimos años.

Así lo reconoció el seleccionador español, que desveló tras la final que la mayor presión para el equipo no estuvo en la obligación de tratar de defender el título, sino en la de lograr el ansiado pasaporte olímpico. «No queríamos ir al preolímpico», aseguró Jordi Ribera. Y para ello el único camino posible era conquistar el oro, ya que una derrota ante Croacia en la final hubiera abocado a los Hispanos a otro durísimo preolímpico con rivales de la talla de Francia o Portugal, la gran revelación de este Europeo.

Pero España no falló y se coronó de nuevo campeona de Europa. Un triunfo que llegó como todos los éxitos logrados por los Hispanos, por la fortaleza.