«¡Ahhh. Ahhh. Ahhh!». Gritó Alejandro Valverde, con los brazos en alto, tras atravesar la línea de meta en primer lugar en Innsbruck y proclamarse campeón del mundo de fondo en carretera en 2018. El ciclista murciano quedó atrapado por los brazos del noveldense Juan Carlos Escámez, su otro hermano, que ejerce desde hace años de fisioterapeuta a tiempo parcial y confesor y amigo durante todas las horas del día, del líder de la selección española que actualmente dirige Pascual Momparler. Una imagen que ha quedado en la retina de todo el seguidor del ciclista que el próximo 30 de septiembre cumplirá un año. "Cada día que recuerdo aquel momento se me ponen los pelos de punta. Es algo que no olvidaré mientras viva. El poder disfrutar de aquel abrazo en primera persona fue increíble. Yo diría que fue el de todo un país, el de todos los que amamos este deporte y a un ciclista que se merecía dicho premio tras tantos años de trabajo", dice Escámez, clave en el triunfo de su jefe y que en su cuenta de Twitter lleva escrito el siguiente lema: "Las penas compartidas son la mitad, mientras que las alegrías compartidas son el doble". Todo un sabio.

Un día antes de esa conmemoración, el 29, en Yorskhire, Valverde, que está concentrado en el hotel Bonalba de Mutxamel junto al resto de la selección, tratará de volver a proclamarse campeón del mundo. "Yo estoy convencido de que está preparado para ganarlo otra vez, que lo tiene en sus piernas y con esa idea hay que ir", apunta el noveldense antes de avisar que la edición de 2019 "va a ser menos selectiva que la del año pasado y más abierta. Lógicamente van a existir muchos más candidatos al triunfo. Vamos a ver qué clima nos hace, será clave, pero yo apostaría por él. Alejandro está bien y sus compañeros también. Esto es una piña y todos saben quién es su líder. Todos van a realizar un trabajo espectacular y, según las circunstancias de la carrera cualquiera de los integrantes de este grupo se puede traer el maillot de campeón. Tenemos una selección muy buena".

El combinado español, que ha establecido su cuartel general en el hotel Bonalba de Mutxamel, prepara el salto al Mundial por las carreteras de la provincia desde el pasado sábado. "Todos los ciclistas, salvo Cortina, han disputado la Vuelta a España y llegan un tanto cansados. Qué mejor que esta zona para cargar pilas, lejos del mundanal ruido, y hacer piña alrededor de un delicioso arroz alicantino", insiste Juan Carlos.

El confesor del campeón

Escámez conoce como nadie las necesidades y ambiciones de Alejandro Valverde y afirma que "cuando llega a la sesión de masaje ya se si quiere hablar de la etapa o de temas ajenos al ciclismo. Se puede decir que casi soy un hermano para él, tenemos un 'feeling' especial, una buena relación que viene de muchos años". En las últimas siete campañas ha sido su masajista. El noveldense no dio el salto al profesionalismo, pero tuvo la suerte de defender los mismos intereses del murciano mimando sus piernas y puliendo su mente.

Escámez ha estado en los momentos buenos, pero también en los malos. Vivió el regreso de Valverde a la competición tras 19 meses suspendido por la Operación Puerto y su triunfo en la quinta etapa del Tour Down Under 2012 disputado en Australia. Estuvo a su lado durante el proceso de recuperación del murciano tras la caída en el Tour 2017 que le dejó al borde de la retirada y lo abrazó tras proclamarse campeón del mundo. " En ambas circunstancias adversas trabajó muy duro y fue insistente, como en su día a día y al final el ciclismo le ha dado todos los premios que buscaba y merecía. En ese abrazo en la meta de Innsbruck iban resumidos todos esos momentos en la sombra, todas nuestra vivencias y sus ilusiones", recuerda orgulloso.

Juan Carlos lo tiene claro cuando se le pregunta por la pócima mágica que mueve las piernas, la cabeza y el corazón del líder de Movistar. "Su pasión por este deporte. Su clase es innata, pero su gran virtud es la mentalidad y el hecho de que le gusta lo que hace. Disfruta cuando sale a entrenar, al organizarse los entrenamientos, al salir a pedalear con los amigos. Soy de los que pienso que a su edad influye mucho más la mente que el físico. Lógicamente, llegará un día en que su nivel bajará, aunque de momento pese a tener 39 años lo va subiendo. Vamos a aprovecharlo mientras le dure. Nos hace felices a todos. Le gusta su trabajo y sigue emocionándose con él". El domingo en Yorkshire sueña con darle otra alegría a su palmarés y al de todos los aficionados que lo adoran. "Nada es imposible para Alejandro", sentencia Escámez, el ángel custodio del campeón, predica una y mil veces que "las penas compartidas son la mitad, mientras que las alegrías compartidas son el doble".