Atlético de Madrid y Real Madrid no sólo compiten hoy de forma directa por la segunda plaza, sino por muchísimo más, por creer que la Liga aún es posible, por doblegar a un adversario directo y por la carga pasional y emocional de un derbi vibrante, tan esencial como inquietante para ambos oponentes.

Es un duelo a presión. No hay margen de error. No lo admite la distancia que les separa del liderato del Barcelona, seis puntos en el caso rojiblanco y ocho en el blanco. Ganar o perder. No existen ni términos medios ni excusas. El empate es también una 'derrota', una invitación al bloque azulgrana para que acelere hacia el título. El aliciente es la Liga. La circunstancia añadida es la segunda posición.

Simeone recupera a Diego Godín y Saúl Ñíguez, los dos directos a una alineación titular con el protagonismo de Álvaro Morata, enfrentado contra su pasado y contra el equipo con el que lo ganó todo. Ya se midió a él en dos ocasiones con el Juventus. Y marcó dos goles. También será su estreno de rojiblanco en casa.

También es un derbi trascendental para el Real Madrid. Decisivo como su mes de febrero. Marca su futuro liguero para reafirmar su reacción, pasando a ser candidato con el salto al segundo puesto en caso de victoria, o instalarse en un negro panorama con una distancia que ya sería insalvable con el líder como para soñar con el título, si sale derrotado del Metropolitano. Vivo en las tres competiciones. En su mejor momento del curso con seis partidos sin conocer la derrota y recién cortada en el Camp Nou su racha de cinco victorias consecutivas.