Dos paradas decisivas de Thibaut Courtois en el primer acto y una de Jan Oblak en el segundo, convirtieron en un derbi de porteros y sin pegada el duelo entre un Real Madrid que añora un 9 goleador y un Atlético de Madrid que exhibió sin premio sus virtudes de inicio antes de desaparecer. La pasión del mejor derbi del mundo no se tradujo en espectáculo. Se rebaja a duelos tácticos donde se juega a lo que desea Simeone, dominador en Liga del Santiago Bernabéu -seis torneos seguidos sin perder- con planteamientos que anulan a buena parte de las individualidades de su rival, hasta que Julen Lopetegui respondió con un giro por unas molestias de Bale.

Alejado de antiguos sufrimientos y con la confianza que le genera un dominio reciente en casa del eterno enemigo, el Atlético salió sin complejos a por el Real Madrid. Sin apuros para anular al tridente ofensivo madridista, que se reducía al ímpetu de Gareth Bale, encontró en Lemar un futbolista clave para generar desequilibrio.

Se convirtió en previsible el equipo de Lopetegui. Con la banda izquierda coja sin Marcelo, descartando la posibilidad de resucitarla metiendo a Bale en su zona natural. Kroos y Modric sufrían en la telaraña rojiblanca en la medular. Sólo el coraje de Dani Carvajal generaba peligro. Desde su zona llegaron centros con aroma de peligro que no inquietaron a Oblak por las buenas coberturas de Giménez y Godín para tapar los remates.

Se teñía de rojiblanco la primera parte del derbi cuando Bale tuvo la única clara para el Real Madrid. A balón parado, con pase medido de Kroos al segundo palo, apareció el galés para cruzar su disparo en exceso. Era una acción puntual porque el dominio era atlético, con Rodri imponiéndose en la medular. Después de desesperarse Diego Costa pidiendo el VAR por una mano de Casemiro dentro de su área, apareció para castigar una pérdida de Kroos. Con espacio para correr, tras una nueva carrera de Lemar con pase al espacio. Courtois tapó espacios y salió de nuevo vencedor.

Se hizo el silencio en la grada del Bernabéu al no ver a Bale salir del vestuario tras el descanso. Son los riesgos que corría la directiva blanca al no fichar una estrella con el historial de lesiones del jugador que asumía el liderazgo. Lopetegui reforzaba la medular, por donde se le iba el partido, y apostaba por Ceballos. Lejos de acusarlo el escenario cambió. El Real Madrid se adueñó del balón, comenzó a tocar con criterio y a pisar área rival ante un Atlético que debía encontrar una respuesta en el físico. Se mantuvo en pie por una exhibición defensiva de Giménez.

La seguridad de Oblak tampoco se puso en duda. Asensio buscó espacios para superarlo donde no existían. Ceballos aportó toda la creación que le faltó a su equipo, apareció la velocidad en la posesión, mejoró el Real Madrid como equipo pero le faltó la pegada de un devorador del gol. Casemiro y Modric lo buscaban con disparos lejanos y Asensio tenía la acción que pudo decidir el duelo, pero Oblak volvió a sacar sus reflejos a pasear por el Bernabéu.