Mañana calurosa. La humedad campa a sus anchas por el Centro de Tecnificación. Pedro Rivero recibe a sus jugadores a pie de pista. Comienza oficialmente el curso baloncestístico 2018-2019. El HLA inicia la pretemporada con ocho caras nuevas y dos ausencias, las de los africanos Cheick Conde y Boubacar Sidibe, pendientes de la tramitación de sus visados para poder entrar en España. Los primeros ejercicios suponen una toma de contacto con el parqué. Nada serio, tiempo habrá de incrementar las cargas porque la Liga no arranca para los lucentinos hasta el cinco de octubre.

"Estoy muy ilusionado porque lo que tenemos por delante va a ser apasionante. Estoy muy contento con el equipo que hemos armado y, como todos, muy ansioso de que esto empiece". Lo dice Pedro Rivero, poco amigo de regalar palabras. Como buen castellano, se expresa con precisión, sin circunloquios prescindibles. Hace sólo dos meses abandonó el CT abatido tras perder el ascenso en el quinto y definitivo partido de la serie con Canoe. "Sabía que iba a retirarme y por eso me dolió más. Pero el tiempo pasa y las heridas cicatrizan con nuevos retos", argumenta el preparador segoviano.

Para él han cambiado muchas cosas. "Cuando eres jugador, te vas de vacaciones y no te preocupas de nada más. Ahora, como técnico, creo que no he tenido ni un solo día libre para mí en todo el verano. Pero me gusta, así que tampoco me lo reprocho", reconoce el entrenador del HLA, que, tras acariciarlo el curso pasado, "este año no podemos aspirar a otra cosa que no sea llegar a la LEB Oro". No será fácil, claro. "Tenemos que ir paso a paso, conociéndonos todos, generando una buena química en el grupo, y eso no ocurre de un día para otro", subraya rivero.

Aceptar el reto de ser entrenador no fue sencillo. Rivero quería estar seguro de dar el paso. Debutar en un banquillo con un club que tiene la máxima exigencia desde la jornada uno es algo que genera un vértigo imposible de desdeñar. La confianza en él de Guillermo Rejón, y las palabras tranquilizadoras del presidente, Toni Gallego, y del vicepresidente, Daniel Adriasola, en aquella cena entre amigos a primeros de julio en el Guillermo acabaron de darle el empujón. "Impresiona, claro, pero no asusta. Quieres estar seguro de poder estar a la altura y por eso no lo decidí de un día para otro, quise pensarlo bien, consultarlo con mi familia y hacer lo mejor. Aceptar retos importantes ha sido una constante en mis últimos 12 años como profesional.

Al final dijo que sí, que quería entrenar y, además, quería hacerlo en Alicante, donde ha vivido cosas muy bonitas y alguna decepción sonada. "Oportunidades como ésta vienen una vez y hay que aprovecharlas. El HLA es un gran club y estoy en condiciones de dirigirlo. La vida viene como viene y no te puedes lamentar. Espero devolver con resultados la confianza que me han dado, pero debemos ir paso a paso, sin prisa porque yo no soy el único nuevo del equipo, de hecho, es nuevo hasta el sistema de competición", infiere el entrenador de la Fundación, que mira la cancha con nostalgia mientras sus jugadores recogen los bártulos al final de la primera sesión de preparación. Hoy es el primer día del año de regreso a la LEB Oro.