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El nadador eterno

Ruperto Sanjuán, de 95 años, sigue fiel a su cita con la Travesía al Puerto de València

El nadador eterno

Ruperto Sanjuán (Alcoi, 1922) se acerca al siglo de vida dando brazadas. El próximo sábado tiene previsto nadar su vigésimo segunda Travesía a Nado al Puerto de València, una tradición que cumple sin descanso desde 1996, cuando ya superaba la séptima década de vida. Ruperto tiene clara la fórmula de su longevidad: no fumador, no bebedor, pocas preocupaciones, estabilidad económica y «una vida matrimonial sólida». La natación ha hecho el resto. Practicarla desde los 71 años, cuando más cariño necesitan el cuerpo y la mente, le ha dado un plus de vitalidad. El oxímoron es inevitable: es un anciano joven.

Ruperto espera sentado, junto a su mujer y su hija, al periodista sobre la arena de la playa de Pinedo en plena calina. Acaba de nadar unos 750 metros, lo que separa un espigón de otro. Pese a la experiencia, un grado superior para él, se pone nervioso en cuanto se pone a hablar de la prueba del sábado. «Uff, no sé si podré. Este año estoy más débil, he perdido algo el apetito. No tengo las mismas fuerzas. Ja vorem si me te tengo que subir a la barca», explica con unas gafas Ray Ban que le dan un aire a Clint Eastwood.

A su lado, bajo la misma sombrilla, pegada a él con una sonrisa, su esposa Trinidad, de 86 años, participa activamente en la conversación. «Todos los años le entran nervios antes de la Travesía, pero luego termina», interrumpe. Trinidad ya no compite, pero ambos empezaron de la mano a dar brazadas y también fue una gran nadadora. Fue subcampeona de los 400 metros. «Íbamos a la antigua piscina del Club Naútico con treinta y tantos años». Pero el trabajo en el bar (la familia fue 30 años propietaria de un local de hostelería en Ciutat Vella) «no nos dejaba mucho tiempo, así que salíamos al mar de vez en cuando».

Recién jubilado, Ruperto presenció un día desde el pantanal del Puerto la Travesía. «Vi que el trofeo al más veterano era muy guapo y me dije: 'eso lo puedo ganar yo'». Dicho y hecho. Acumula más de 20 trofeos en casa, todos como nadador máster de más edad. Con 71 años, nadó los 2.500 metros de distancia en 1 horas y 14 minutos. Ahora elige la distancia más corta (700 metros). «Me canso más, pero llego», asegura.

El mérito de Sanjuán es enorme, teniendo en cuenta es un nadador autodidacta. Nadie le corrigió sus movimientos a pie de pileta. Sin una técnica depurada, el principal valor para deslizarse por el agua con el mínimo esfuerzo, le convierte en un nadador especializado en el mar, donde otros factores como las corrientes y la psicología adquieren más relevancia.

«Mi hija me compró un libro de natación y de leerlo y leerlo mejoré. Pero no puedo nadar bien en la piscina, porque se me hunden las piernas. En el mar, me flotan más», explica sin levantar la voz. El oído, la vista, la elasticidad muscular, la memoria... todo le funciona bien. Tiene pocas cicatrices que mostrar: un par de operaciones de hernia - «me salieron porque hacía muchas abdominales», añade- y una curvatura en la pierna, a causa de una lesión que le privó de seguir jugando al fútbol. «Jugué en el mismo equipo con Monzó, el que fue futbolista del Valencia CF», afirma orgulloso.

En el cajón de sus recuerdos hay varios que le dejaron marcado. «A los 8 años casi me ahogo en Las Arenas. Estaba en el agua, separado de la familia, y me subí a una barca. Cuando volvía hacia la costa le dije a uno si me tiraba y el imbécil me dijo: Tira't. Me puse a nadar hasta que toqué suelo, pero me venía casi por la boca. Venían las olas, me hundía y no podía respirar. Tuve la suerte (para, se emociona, y vuelve a coger aire) de que en ese momento pasaba un monopatín. Nada más verme uno se tiró, me cogió en brazos y me salvó la vida», recuerda.

Otra huella imborrable en su cerebro es la Guerra Civil, que recuerda con exactitud. «Cuando terminó ya tenía 17 años. Vi cosas muy desagradables,que no merece la pena contarlas. Yo estaba en la parte de la República, que no tenía nada que ver con el sistema que estaba establecido. El régimen que había en València no era ni socialista, ni republicano, era un régimen anárquico, una anarquía de la CNT y el Partido Comunista. Y punto. Era un caos. Después, los otros se fijaban en mí porque no era de misa. Todo fue desagradable. ¿Los bombardeos? Bueno, en València hubo pocos y la mayoría eran en el Puerto», insiste.

Pese a que Ruperto y Trinidad no retomaron la natación hasta los años 90, más de 30 años después de haberla dejado a un lado, siempre se mantuvieron plenamente activos. Más allá del duro trabajo en la hostelería, ambos formaron una armoniosa pareja de baile.

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