Sábado por la tarde. Pedro Rivero no deja de darle vueltas a la cabeza. Hace días que firmó como nuevo entrenador del HLA Alicante. Una gran noticia para él, pero al mismo tiempo una enorme responsabilidad. De no haberse sentido preparado para asumir el reto, no habría dado un salto tan grande. La Fundación Lucentum es la heredera legítima de un histórico de la ACB y eso pesa cuando te paras a pensarlo en el sopor vaporoso de la siesta, cuando te quedas solo, cuando nadie te ve.

El preparador segoviano está inquieto. En breve se marcha fuera del país y quiere hacerlo tranquilo del todo. Coge el teléfono y llama a sus superiores. Toni Gallego y Daniel Adriasola aceptan cenar con él. Bar Guillermo, un clásico en el centro de la capital. Se sientan a la mesa y da comienzo una conversación de casi tres horas que concluye con el respaldo total de la directiva a su técnico y, claro, con el convencimiento inmutable de que la elección del preparador segoviano ha sido la acertada.

En aquella velada con tres buenos amigos, Rivero evidenció un exceso de responsabilidad por la empresa que debe acometer en un mes. El HLA aspira a lo máximo después de dos tentativas fallidas resueltas de manera cruel. El entrenador castellano no ha dirigido a nadie nunca y no quiere que el equipo alicantino pague cara su formación sobre la marcha. Sin embargo, la LEB Plata no es precisamente un lugar al que los técnicos consagrados deseen asomarse.

Por este motivo, tras las experiencias fallidas de Zapata y Valera, presidente, vicepresidente y director deportivo coincidieron a la hora de señalar a Pedro Rivero como el candidato perfecto para ocupar el banquillo. Como base impecable que ha sido, Rivero siempre ha ejercido como prolongación de sus entrenadores sobre el parqué. Conoce todos los fundamentos, las tácticas, la competición, a la mayoría de rivales y árbitros, quiere crecer profesionalmente, ha experimentado una variedad ingente de metodologías de trabajo y, otro punto clave, no hay que perder tiempo explicándole los entresijos de la entidad.

Vuelta al basket clásico

De aquella cena, Pedro Rivero salió reforzado, sabiendo que la confianza depositada en él no respondía ni a la urgencia ni a la necesidad, al revés; él aglutinaba sin saberlo el perfil perfecto que buscaba Guillermo Rejón para hacerse cargo del proyecto. Se fue a casa convencido de que el paso en falso que dio Pablo Prigioni en Vitoria no tiene por qué repetirse en el CT. Baskonia es otro mundo, uno que se parece a la LEB Plata como un erizo a una esponja de baño. Se marchó tranquilo porque le hicieron ver que lo único que se espera de él es que sea él mismo, el Rivero consciente y perspicaz que interpreta el juego y se anticipa a su oponente, que siempre encuentra el mejor modo de hacer llegar la bola al hombre libre. En ese momento, ya de retirada, sabía que no estaría solo en su aventura, que dos buenos amigos, Alberto Carrillo y Alberto Antuña, serían sus segundos, gente de confianza con los que ya ha compartido experiencias en el club.

Rivero participará este mes en un campus en el extrajero. Regresará en agosto para programar al detalle un curso baloncestísitico que está previsto que comience el primer fin de semana de octubre. Tiene una misión clara: conseguir que el HLA Lucentum destierre de una vez la obsesión por el tiro de tres, que recupere los fundamentos del baloncesto clásico. Los primeros fichajes y las renovaciones confirman ese viraje necesario según todos los responsables del quipo. Alea iacta est...