Una decisión demandada por el videoarbitraje (VAR) propició ayer el penalti que en el tiempo añadido transformó Karim Ansarifard y que evitó la victoria de Portugal en Saransk (1-1), condenado al segundo puesto del grupo y a una eliminatoria de octavos ante Uruguay el próximo sábado (20.00).

Los recelosos de la tecnología se cargaron de argumentos en el duelo del Mordovia Arena. Los monitores acapararon una atención que no reclamó el césped. Ante la escasa efectividad y las pocas ocasiones fueron los televisores los que gestaron las acciones con chicha en un duelo con más intensidad que juego.

Hasta en tres ocasiones, decisivas, el VAR entró en escena. La primera, para indicar un penalti a favor de Portugal, al inicio de la segunda parte, que desperdició Cristiano Ronaldo. Después, para juzgar una posible agresión del capitán portugués sobre Pouraliganji. El árbitro, el paraguayo Enrique Cáceres, miró y miró la acción. E interpretó. Algo vio. No supo el qué y sacó tarjeta amarilla.

Finalmente, la tecnología dictó sentencia. Con Irán agitado por lo que consideró un agravio protestó una jugada dentro del área, casi al final. Una pelota que dio en la mano de Cedric en la puja por la pelota de Azmoun. No desperdició el tiro desde los 11 metros Ansarifard, que dio el empate a su equipo. El gol solo valió para firmar el final honroso de un grupo batallador y disciplinado como el iraní.