Varias de las páginas de oro del deporte español llevan la letra pequeña de José Alberto Valverde, alicantino de adopción y alma máter del judo en la ciudad desde los años sesenta y que desde ayer presume de una calle con su nombre en el barrio de San Agustín.

Maestro de maestros, Valverde fundó el ilustre Judo Club Alicante y germinó la semilla del deporte del tatami en la ciudad, que tanto lustre dio con los oros olímpicos de sus alumnas Miriam Blasco e Isabel Fernández.

«Éste es uno de los momentos más dulces de mi vida, lo único que me queda es agradecer este privilegio a mucha gente que ha hecho fuerza para que hoy yo esté aquí», expresaba un emocionado Valverde que recordó a Francisco Santamaría, judoka que propició su aterrizaje en Alicante para impartir un cursillo en Montemar en 1964. Desde entonces hasta hoy. Se afincó en Alicante y popularizó en la ciudad un deporte casi desconocido. «Gracias a la sociedad que me recibió y acogió», deslizó.

Éxito total entre la sociedad

Su gran labor y difusión provocó que el judo se convirtiera en la primera actividad extraescolar que realizaran los colegios alicantinos, donde Valverde sentó cátedra durante años. Precisamente en uno de ellos, en Maristas, puso la primera piedra el Judo Club. «Llegaron a ceder hasta parte de la sacristía para poder hacer los vestuarios y el tatami», recordaba orgulloso Valverde.

Junto a él, muchos compañeros, entre ellos, su pupilo más aventajado, Sergio Cardell, fallecido trágicamente días antes de Barcelona 92 y al que ayer también recordó afectivamente.

El legado de Valverde quedó para la eternidad con el oro olímpico de Miriam Blasco en el 92, el primero de una española en unos Juegos. Su nombre quedó ligado desde ayer al callejero de la ciudad. «Lo sacamos del pasado y lo introducimos para siempre en el futuro de la ciudad», deslizó el alcalde.