El antebrazo de Kiko Martínez exhibe un tatuaje de «The Punisher», un personaje de cómic que imparte su ley a los malos. «Pegar o morir», reza justo debajo. Sucede que en cada combate del boxeador ilicitano se produce una instantánea de una carga simbólica singular: cuando lanza el puño, Kiko recuerda ese mensaje; cuando su rival lo recibe, ve llegar la cara del «castigador» justiciero.

Su historia tiene algo de superhéroe. De pequeño era un chaval delgado y bajito que se apuntó a boxeo «para que nadie pudiera aprovecharse de mí», recuerda. Con el tiempo, explica, «pasé de desear ser el más fuerte del barrio, a querer ser el más fuerte del mundo».

Ese sueño llegó. Fue una noche de agosto de 2013. El premio cayó del cielo a la vez que «Momo» Romero iba al suelo. «La Sensación» Martínez -así le llaman desde sus comienzos- abatió al entonces campeón del mundo en el sexto asalto, robándole el cinturón.

Cuatro años después, en una esquina del Club de Boxeo de Elche, Kiko hace abdominales mirando al ring. Ya no es el actual campeón del mundo, ni de Europa como lo fue otrora. En su cabeza aún repican las campanas que acompañaron la decisión de los jueces en su derrota a los puntos contra Warrington el pasado mes de mayo.

Esa noche estaba en juego el título mundial de la WBC y Kiko hizo sufrir a su rival, «solo soltaba cuatro puños en los últimos segundos y ni siquiera me tocaba. Muchos me vieron ganador. No considero que perdiera aquella noche», explica el púgil después de su entrenamiento matutino.

Pese a aquel revés, en la cabeza de Martínez pellizca aún la idea de levantarse y volver a ser campeón, un camino que ya conoce . El púgil nacido en Granada -alicantino de adopción- ha perdido las cuatro últimas peleas como aspirante a un título mundial: «En alguna arrastré lesiones, reconozco que no llegué al cien por cien. Se puso todo cuesta arriba», dice. «Perdí la confianza, no sé por qué... pero la perdí. Siempre he tenido mucha ilusión en esto, pero las peleas más duras vinieron todas juntas y tuve algunos problemas familiares. Se juntó todo y no estuve tan mentalizado como lo estoy ahora. Pero vuelvo a tener ilusión por el boxeo. Volver a ser campeón me está haciendo recuperarla», explica.

Aunque suda durante 5 horas al día para la siguiente pelea, su entrenamiento es perpetuo. Cuida cada gramo de su alimentación-sobre la mesa, una tostada con tomate, queso fresco y anchoas-, se toma el descanso como una responsabilidad y protege el ambiente que le rodea para conservar una confianza que, cuenta, perdió «por el camino». «Tengo tranquilidad, sé estar solo, sé cuidarme, conozco mejor mi cuerpo... me rodeo de personas positivas que no transmiten maldad», se sincera. «Antes no era así; ahora todo es positivo», concluye.

Kiko renace curtido en un cuadrilátero más exigente. Antes era el boxeador ideal para Youtube: un cuerpo compacto, excitación juvenil y un cajón de dormidina en los puños. Con 31 años, ahora es un púgil más tranquilo, con más experiencia - «pero no un veterano», puntualiza-. «Corro más que cuando tenía 18 o 20 años y le pego más fuerte que entonces», dice. «Aún queda Kiko para dar ilusiones y boxeo a España, y se los daré».

«Sé que va a llegar»

También es un boxeador más paciente. En la virtud de saber esperar se apoya ahora para lograr su objetivo: «Sé que va a llegar otro título, tengo paciencia y estoy trabajando para que se haga realidad», cuenta esperanzado.

Continúa la lucha mientras no descuida a la familia. Recoge a su hija del colegio cuando sale de entrenar a diario y no pierde de vista las cosas del hogar pese a ser «un deporte muy duro, en el que se trabaja todos los dias del año», comenta. «A mi mujer no le gusta ver cómo sufro en el ring. Nunca me dice que lo deje, aunque yo soy consciente de que lo pasa mal. ¿Qué voy a hacer? A esto me dedico; es lo que se me da bien».

El camino por un nuevo título empezó recientemente en Benidorm, imponiéndose a Franklin Varela por KO técnico en el cuarto asalto. Peleará de nuevo allí el 26 de agosto ante el ex campeón del mundo Lorenzo Parra: «Tengo que ir bien preparado para no llevarme un susto», dice. Kiko espera que este sea el combate previo para intentar otro asalto al campeonato de Europa (EBU) en el peso pluma, «donde me encuentro mejor; se acabó el súpergallo». «En breve me van a hacer aspirante y tendrán que pelear conmigo», comenta el boxeador ilusionado y deseoso de ver de nuevo, reflejado en el metal, a aquel niño flacucho que soñaba con ser el más fuerte de su barrio.