El torrevejense Nicolás Kuhn, de 17 años, se proclamó ayer campeón júnior de dobles de Roland Garros, junto con el húngaro Zsombor Piros, tras derrotar a la pareja estadounidense Vasil Kirkov y Danny Thomas, a quienes vencieron por 6-4 y 6-4, en 1 hora y 5 minutos. Kuhn ganó la final de dobles pocas horas después de haber perdido la final individual contra el australiano Alexei Popyrin, por 7-6(5) y 6-3, en un partido que duró 1 hora y 21 minutos.

Tras perder el título individual, el torrevejense saboreó las mieles del triunfo en los dobles al deshacerse de la pareja estadounidense en poco más de una hora de juego. El duo hispano-húngaro logró, de esta forma, su primer título como dupla de la ATP, siendo el segundo de la temporada para Kuhn tras lograr el triunfo final en Zamardi, Hungría.

Con un primer set casi inmaculado, solo cedieron un servicio ante sus rivales, que perdieron dos. Con un tenis muy bien coordinado y muchos errores no forzados de los norteamericanos, Kuhn y Piros lograron la primera batalla. En la segunda, una luchada rotura en el séptimo juego les puso por delante y, tras un último juego maratoniano en el que tuvieron que remontar un 0-40 en contra, consiguieron alzar los puños al cielo parisino.

Los últimos españoles que ganaron el dobles júnior de Roland Garros fueron el dúo formado por Álvaro López y Jaume Munar en 2015.

En 2011 ganaron Andrés Artunedo y Roberto Caballes, en 2004 Pablo Andújar y Marcel Granollers, y en 2000 Marc López y Tommy Robredo.

Kuhn, hijo de un alemán y una rusa, pero afincado desde los tres meses en la ciudad alicantina de Torrevieja, está patrocinado por La Liga y junto con Piros eran los primeros cabezas de serie del torneo de dobles.

Nadal busca el 10º ante Wawrinka

Mientras, el también español Rafael Nadal buscará esta tarde (15.00, T5) su décimo triunfo en Roland Garros y agrandar así aun más su leyenda en ese torneo, frente al peor rival posible, el suizo Stan Wawrinka, que persigue su segundo triunfo en París aferrado a su reputación de matagigantes.

Aunque el español ha dejado la impronta de un tenista intratable, con un nivel de juego similar al de sus mejores años, a lo que ha sumado una mayor experiencia, enfrente tendrá a un Wawrinka que, en un día de gracia, puede acabar con cualquier rival.