El Barcelona parece ir afinando su puesta a punto en este inicio de 2017 y ayer goleó sin piedad (5-0), en un buen partido, a un flojo Las Palmas, que dio demasiadas facilidades a un rival que ni siquiera sacó su equipo de gala.

Esta vez, las rotaciones de Luis Enrique funcionaron a la perfección. El técnico asturiano dejó en la grada a Piqué y Sergi Roberto y en el banquillo a Iniesta y Neymar, pero el Barça no acusó sus ilustres ausencias en el once y salió como un tiro desde el arranque.

Como si la clasificación copera le hubiese levantado el ánimo o reportado una dosis extra de autoestima liguera, apareció un Barcelona poco visto esta temporada: un equipo más fresco, mucho más estable en su juego y más afinado en la combinación.

Seguramente ayudó que Luis Suárez marcase el 1-0 antes de llegar al cuarto de hora, al rematar de primeras una asistencia de André Gomes. Y que el Las Palmas sea un rival que destaca por el buen trato al balón, por su juego alegre y ofensivo y no por su fútbol de contención.

Messi -siempre Messi-, capaz de llevar de cabeza a toda la defensa canaria, de fabricar jugadas imposibles de la nada y de convertir a Javi Varas en uno de los destacados de la noche, al hacerle volar en un lanzamiento de falta o poner a prueba sus reflejos en un mano a mano que el meta visitante envió a córner.

El Barça de la primera parte se pareció, eso sí, al de esta temporada en su falta de eficacia rematadora. Pero hasta eso corrigió en la segunda mitad.

Al cuarto de hora de la reanudación, Messi, Luis Suárez y Arda ya habían puesto el 4-0 en el marcador. El primero solo tuvo que empujar, en la línea de gol, una balón rechazado por Varas; Súarez anotó de preciso tiro cruzado y Arda, al recoger otro rechace de Varas a un nuevo disparo del punta uruguayo. Detrás de casi todas esas jugadas estaba un hiperactivo Rafinha, que cuajó un buen partido.