Gabriel tiene vagos recuerdos de aquel 25 de febrero de 1987. Tenía solo cinco años cuando su madre le comunicó que su padre había fallecido en un accidente de tráfico, una edad demasiado corta para dar dimensión a la tragedia que acababa de escuchar. Sin embargo, no tuvo que pasar muchos tiempo para percibir que ese hombre corpulento que le llevaba al circo en Elche, donde vivían, dejó una huella imborrable en el arbitraje, una profesión y un colectivo que contribuyó a cambiar. El personaje respondía al nombre de Emilio Guruceta Muro, posiblemente uno de los árbitros más emblemáticos y populares que ha dado el fútbol español, fallecido en un accidente de tráfico en Fraga (Huesca) -en el que también murió su juez de línea Eduardo Vidal Torres y resultó herido el tercer integrante del trío arbitral Antonio Coves-. Aquel día que vistió de luto el fútbol español Guruceta tenía que dirigir un partido en Pamplona entre el Osasuna y el Real Madrid, uno más de la prolífica carrera de un deportista alejado del molde arbitral de entonces, con una preparación física excelente y de amable diálogo con el futbolista. «Sé que mi padre contribuyó a cambiar el arbitraje. Lo tengo idealizado y estoy orgulloso de él», confiesa Gabriel Guruceta, hijo mayor del colegiado fallecido, que hoy vive en Alicante dedicado al negocio de la telefonía.

La vida de la familia Guruceta, que al morir también dejó huérfana a una niña de un año, prosiguió por esta tierra tras el trágico accidente del árbitro internacional, quien a comienzos de los ochenta se instaló en Elche para abrir una empresa dedicada al calzado deportivo (Guruceta Sport).

El colegiado, nacido en San Sebastián, instalado en la provincia y adscrito al colegio murciano, llegaba a Alicante precedido de fama internacional y con la etiqueta que le distinguía como uno de los mejores colegiados del país. Atrás quedaba aquella famosa actuación en un Barcelona-Real Madrid de Copa del Generalísimo disputado en el Camp Nou en junio de 1970, donde castigó a los azulgrana con un penalti inexistente cometido por Rifé sobre Velázquez, cuya falta tuvo lugar un metro fuera del área. La decisión enervó los ánimos de tal forma que el Camp Nou acabó invadido por una masa enfurecida y por la policía repartiendo estopa por doquier hasta que se suspendió el encuentro a falta de cinco minutos para la conclusión. Lo que pocos conocen es que, según desvelaba ayer su hijo, Guruceta Muro tuvo que salir del estadio barcelonés disfrazado de guardia civil, con tricornio incluido, para burlar la masa encolerizada que le esperaba a la salida del campo.

Aquella actuación le costó seis meses de suspensión y, según se comentó en círculos políticos, hasta el mismo Franco sopesó denunciar al árbitro por altercado de orden público para calmar los caldeados ánimos en Cataluña.

Quien no olvidó a Guruceta fue el FC Barcelona, que recusó al colegiado desde entonces y durante 14 años, hasta que una disposición federativa eliminó las recusaciones, una figura regalmentaria utilizada contra el trencilla vasco hasta por once equipos. «Hubo temporadas que sólo podíamos viajar a Santander, Cádiz y alguna ciudad más», recuerda Alberto Candela, íntimo amigo de Guruceta y acompañante habitual en sus desplazamientos tras instalarse en Elche.

«Guruceta era bueno porque era un atleta. Rompió el molde del árbitro con barriga y mal preparado que dirigía partidos en aquella época. Él corría más que los jugadores porque se preparaba a diario y a conciencia», recuerda Candela, que también sale al paso de algunas acusaciones que aparecieron tras su muerte, cuestionando la honradez del donostiarra. «Yo he visto a un jugador del Sevilla tocar a nuestra habitación en el hotel Lebreros (de la ciudad andaluza) para hablar con él un día antes de un encuentro de vital importancia para su club en la Liga. Guruceta le abrió la puerta, le recibió con cordialidad... y al día siguiente el equipo de ese jugador salió del campo derrotado».

También el hijo del colegiado lamentaba ayer las acusaciones que partieron de presidente del Anderlecht en 1997, involucrando a Guruceta en un presunto soborno para alterar el resultado de un partido de la Copa de la UEFA de 1984 entre el club belga y el Nottingham Forest. «Lanzar esa acusación con mi padre fallecido me pareció muy feo. Él no podía defenderse y yo también era pequeño para defender su nombre. Toda la gente que le conoció me ha dicho que era un hombre íntegro. Y yo no tengo ninguna duda», subraya Gabriel Guruceta.

«Guruceta contribuyó decisivamente para cambiar el arbitraje. Con él llegaron las pruebas físicas, las negociaciones para que los árbitros cobraran dietas y pudieran viajar dignamente», sostiene Alberto Candela, que recuerda las enormes desavenencias entre el entonces presidente del comité arbitral, José Plaza, y el vasco. «Lo que nunca perdonaré ni olvidaré», añade Candela, «es que el partido entre Osasuna y Madrid que debía dirigir Guruceta no se aplazara tras el accidente. De Loza, que era buen amigo, se negó a arbitrarlo. Pero al final encontraron a Pes Pérez. Un feo detalle».

Tarjeta roja a Ramón Areces en la planta noble de El Corte Inglés

Emilio Guruceta destacó en su faceta de empresario al frente de una empresa de calzado deportivo instalada en Elche con una marca con su propio nombre (Guruceta Sport). Su principal cliente era El Corte Inglés, por aquel entonces dirigido y presidido por su fundador, el empresario asturiano Ramón Areces, con quien entabló relación a través del periodista José María García. Guruceta, que trataba directamente con Areces, recibió como una orden un deseo del fundador de El Corte Inglés, que le citó en su despacho madrileño solicitándole, además, que se presentara con todo el material que utilizaba para dirigir los partidos (silbato, tarjetas...). El día de la reunión, Guruceta, que entró en el despacho de Areces saltándose la larga cola de proveedores que aguardaban turno a la puerta del propietario de El Corte Inglés, recibió un sorprendente encargo antes de hablar de negocios:

- Areces: «¿Ha traído usted el material de arbitraje, Emilio?».

- Guruceta: «Por supuesto».

- Areces: «Pues expúlseme, Guruceta».

Guruceta extrajo la cartulina roja y procedió: -«Don Ramón, queda usted expulsado».