Tras regresar del servicio militar completado en Valencia, Pedro Ferrándiz intensifica su relación con el baloncesto en Alicante, labrando el terreno para dar el salto definitivo a Madrid.

Una vez saldada me deuda con la Patria regresé a mi querido Alicante y me reincorporé al Frente de Juventudes y al equipo de baloncesto prosiguiendo nuestra marcha triunfal. Aquí me encontré con un ambiente en el baloncesto mucho mejor del que había dejado. Había asumido la presidencia de la Federación alicantina uno de los personajes más singulares que yo he dirigido en nuestro deporte; José Lassaleta, padre del que fue alcalde de Alicante, y del que yo dudo mucho que compartiera con él sus ideas políticas. Lassaleta era un alto cargo de la Junta del Puerto y provenía de la clase media alta alicantina. Socio del Club de Regatas y del Montemar, practicaba el tenis, que por cierto fue la causa de su muerte, elegante, ameno en la conversación, un gran bon vivant, inteligente y con una gran ambición.

Se sentía permanentemente encantado de conocerse. Para él no constituyó ningún problema no saber absolutamente nada de baloncesto, pero su capacidad de gestión, su simpatía y su pasión por los viajes a Madrid pronto llamaron la atención de la Federación Española, que cada día le apreciaba más. Estas circunstancias unidas a un carácter autoritario, reflejo de la época, tuvo como consecuencia un periodo tan brillante como agitado y en el que intervine notablemente, a veces colaborando con él y otras disintiendo abiertamente.

Un día arribaron al puerto dos barcos de guerra americanos y a Lassaleta le faltó tiempo para hacerse con los respectivos capitanes e invitarles a que permitieran a los marinos que jugaban al baloncesto celebrar unos partidos que fueron un enorme éxito de público y donde conocimos asombrados los balones con los que se jugaba en América y que aquí estaban prohibidos pese a lo cual les robamos unos cuantos.

Para enfrentarse a ellos se formó una selección. El presidente nombró a un seleccionador que no era yo, por lo que me negué a que acudieran mis jugadores del Frente de Juventudes, con la consiguiente conmoción y agrias discusiones entre la Federación y los jefes políticos del Frente, que me apoyaban pero que por orden del gobernador accedieron a que nuestros jugadores fueran a la selección, lo que provocó mi enfado.

A las pocas semanas recibí un escrito de la Federación Española de Baloncesto en el que me comunicaba mi destitución a perpetuidad como entrenador, por lo que yo he seguido toda mi carrera destituido por perpetuidad.

Para terminar de arreglar las cosas, un día apareció un locutor de radio Juventud leyendo un artículo en el que ponía verde a todo el mundo, a la Federación, a los árbitros, a los jugadores y muy especialmente a Lassaleta y a mí acusándonos de prepotentes, ignorantes y un montón de cosas más.

El secreto mejor guardado...

El furor de Lassaleta no tenía límites. Se presentó ante el director de la radio exigiendo conocer la identidad del autor que se hacía llamar «El Duende del Basquet», petición que, naturalmente, el director denegó. El «Duende» duró cuatro semanas vitriólicas alterando el pulso del deporte alicantino hasta que un desquiciado Lassaleta pidió la intervención de nuevo del Gobernador. Un día me llamó el director de la radio diciéndome que se había divertido mucho con el «Duende del Basquet» pero que por el bien de los dos teníamos que acabar con sus actividades. Esta es la primera vez que confieso públicamente que el Duende era yo. Debo decir que, a pesar de mi descalificación y de todos nuestros desencuentros y posiblemente porque no supo nunca quien era el duende del Basquet, la amistad con Lassaleta permaneció con naturales altibajos y se robusteció cuando me marché a Madrid.

Aunque no la sabía, se estaba aproximando mi marcha a Madrid, por lo que cuando el Montemar me ofreció el puesto de entrenador no lo dudé ni un momento. Además de considerar un honor que el club no profesional más importante de Alicante, y de los mejores de España, se fijará en mí, ampliaba mis horizontes y posibilidades como entrenador; mejores instalaciones, mayores facilidades y, sobre todo, un ambiente exclusivamente deportivo. Y, por qué no decirlo, una mejora económica evidente y reconfortante porque el Montemar pagaba a sus técnicos. Con eso yo comenzaba mi vida profesional, mi máxima ilusión.

En el Montemar sólo duré unos meses. Logré llevarme a los mejores jugadores del FF. JJ., a los que añadí al mayor de los Carratalá y a los hermanos Flores, Fernando, que más tarde fue Alcalde de Alicante, y Mario, padre del actual diputado. Hubo tiempo para, por primera vez en la historia del baloncesto alicantino, vencer al primer equipo de Valencia en la cancha montemarina, lo que constituyó un hito.

Madrid en el horizonte

Mi marcha definitiva al Madrid comenzó a fraguarse durante los días de la final de la Copa del Generalísimo que, como ya he citado, se jugó en el puerto. Tanto los quipos como sus directivos y los de la Federación Española llegaron dos o tres días antes y se instalaron en el Hotel Palas, justo delante mi casa. Inquieto por la sanción que pesaba sobre mí, me atreví a entrar para saludar a los directivos que pudiera, teniendo la suerte de encontrarme con el Secretario General de la Federación, el capitán Gabarrón, que también era el ayudante en el Ejercito del General Querejeta, presidente de la Federación Española que, como casi todas las demás estaba presidida por un militar. La verdad es que nos caímos muy bien y pronto nos hicimos muy buenos amigos, amistad que perduró bastantes años. Cuando a los dos días le conté lo de la sanción me dijo que ya lo sabía, que le divertía mucho la historia, pero no me ofreció solución, con lo que seguí con mi inquietud a cuestas. Pero a mi lo que más me interesaba era darle a conocer mi decisión de trasladarme a vivir a Madrid y encontrar un trabajo en el baloncesto. Así conocí a Raimundo Saporta el hombre que más ha influido en mi vida profesional. Fue Gabarrón quien me lo presentó. Saporta era el directivo más joven del Real Madrid y el responsable de la sección de baloncesto. En la presentación estuvo muy simpático como sabía estar cuando le apetecía y cuando le conté mis intenciones me invitó a visitarle.

Al poco tiempo, con motivo del primero de Mayo el Frente de Juventudes organizó una expedición a Madrid para intervenir en la demostración deportiva que se celebraba en el Chamartín bajo la presidencia del Caudillo y a la que naturalmente me uní.

La demostración coincidía con el Torneo internacional de Baloncesto en el Frontón Fiesta Alegre, sede del Club, y allí me fui con la intención de saludar a Saporta. Le vi cuando salía del palco y al tenderle la mano y mirándome un segundo como si no me reconociera me dijo hola y siguió su marcha. Destrozado, ofendido y muy furioso volví a Alicante y le escribí la carta más ofensiva que he escrito en mi vida y donde lo más suave era el calificativo de maleducado.

En cualquier caso, mi decisión de irme a Madrid estaba tomada y eso hice. El resto de mi vida es otra historia.