Los ochenta se recuerdan por ser la época de los calentadores, de las noches de desfase por Madrid, de las películas urbanas de Hollywood... y, desde ahora, por ser la época en la que nació un grupo de deportistas que ha hecho posible lo que parecía un sueño cuando ellos vinieron al mundo: convertir a su país en el primero de Europa en conseguir cuatro coronas en los dos deportes principales, fútbol y baloncesto. Con el título que consiguió anoche la selección española de fútbol, que ya fue campeona de Europa en 2008, España consigue su particular trébol de cuatro hojas: campeona del mundo de baloncesto en 2006, campeona de Europa de fútbol en 2008, campeona de Europa de baloncesto en 2009 y campeona del mundo de fútbol en 2010. Cinco años dorados para el deporte nacional. Johannesburgo se suma a la lista de ciudades míticas, en el que figurán Saitama, Viena y Katowice.

Todo comenzó en aquel lejano 2006, cuando una joven selección de baloncesto ridiculizaba a Grecia al ganarla 70-47. Los Gasol, Calderón, Navarro y compañía conseguían su primer gran título con la absoluta después de un Mundial en el que desplegaron un juego vistoso y, sobre todo, muy efectivo, y en el que la consecución del título sólo se vio amenazada por las semifinales ante Argentina, que España ganó por un único punto (74-75). Una nueva página dorada del deporte nacional comenzaba a firmarse en carácteres japoneses.

Dos años más tarde, y en un país tan futbolero como España, llegó la alegría más importante hasta ayer. En Viena, tras un torneo en el que la selección española de fútbol se lo creyó y confí oen sus posibilidades, Torres rozaba in extremis un balón largo de Iniesta para superar a Lehmann y llevar el delirio a todo el país. Alemania era derrotada, como quien dice, en casa, y España perdía todo tipo de complejos. Llegaba la corona largamente anhelada y Luis Aragonés conseguía que sus pupilos fueran nombrados reyes de Europa con el relumbrón añadido de haber desplegado un fútbol preciosista y muy agradecido de ver.

En 2009, el triunfo de la selección española de baloncesto en el Eurobasket de Polonia tuvo un algo de revancha, de venganza. En la final esperaba Serbia, esa Serbia de los Tripkovic, Velickovic y compañía que había complicado y mucho las cosas para los de Scariolo, tras un primer partido en el que los balcánicos se impusieron por 66-57. Arrecieron las críticas contra el seleccionador y se habló mucho de cómo había cambiado el equipo, pero Gasol, siempre él, se hizo con las riendas de España y llevó a la selección a la victoria sobre los serbios en otra final sublime.

Y la última página, la última hoja del trébol, tiene sabor sudafricano y recuerda a vuvuzelas. España consiguió anoche el que es quizá el hito más importante del deporte en toda su historia -Alonso, Nadal y demás perdonen-. La espinita del Mundial ha desaparecido para siempre, después de un campeonato que empezó de la peor manera posible -curioso el paralelismo con el Eurobasket: derrota en el primer partido y dudas sobre el seleccionador- y que ha acabado con todo el país llorando de alegría en lo que a muchos aún les parece un sueño.

Así, España es ya la orgullosa poseedora de un trébol de cuatro hojas casi irrepetible en la historia del deporte mundial.