A la espera de lo que ocurra el miércoles en la semifinal contra España, ahora no hay prácticamente nadie en Alemania que dude de que el seleccionador Joachim Löw ha tomado las decisiones correctas en el camino hacia el Mundial y en el torneo mismo. Pero el recorrido previo estuvo lleno de apuestas arriesgadas y de tribulaciones generadas por bajas importantes. Las apuestas que más dudas generaron fueron las realizadas a favor de Miroslav Klose y Lukas Podolski, que venían de jugar con sus respectivos clubes una temporada para olvidar. Klose estuvo relegado al banquillo en el Bayern y, hasta el momento en que se concentró la selección, estaba claramente por debajo de su forma habitual. Podolski tuvo una temporada desastrosa en el Colonia.

Löw, sin embargo, insistió en los dos jugadores y, ante las preguntas al respecto, respondía que siempre habían dado un buen rendimiento con la selección y que él sabía que el Mundial iban a volver a darlo. "No me podía imaginar que Lukas Podolski y Miroslav Klose pudieran explotar de repente en este torneo después de una temporada desastrosa", admite el ex-internacional Netzer en un artículo que publica el dominical Bild am Sonntag. "Joachim Löw confió en los dos jugadores y los mantuvo. Con sus goles Klose ha pagado, y con creces, esa confianza", agrega Netzer.

Podolski también ha sido clave en la trayectoria mundialista de Alemania con sus goles y sus asistencias y con la falta que generó ante Argentina, que terminó desembocando en el primer gol germano. Ya nadie habla de que, en lugar de Klose, Kevin Kuranyi debía estar en la convocatoria o de que Stefan Kiessling debía ser el titular.

Otra apuesta de Löw fue la de desplazar a Bastian Schweinsteiger al centro del medio campo. En esa decisión el propio Löw tuvo dudas, no porque no viera a Schweinsteiger en esa posición, sino porque no tenía claro quién podía sustituirlo en la banda derecha. Entonces surgió Thomas Müller, con 20 años y poca experiencia, y Löw lo hizo debutar en un amistoso contra Argentina -aquel en el que Maradona lo confundió con un recogepelotas- , le dio dos amistosos más y lo llevó al Mundial, donde -otra apuesta más- lo hizo titular con apenas tres partidos internacionales a la espalda. Schweinsteiger se ha mostrado más valioso en el centro que en la banda y Müller se ha convertido en una de las figuras del Mundial.

Otras apuestas, que muchos consideraron suicidas, se dieron en los descartes. Al caso Kuranyi, que había hecho una gran temporada en el Schalke, se agregó el de Torsten Frings. El argumento de Löw era que ninguno de los dos jugadores tenían las características que el necesitaba para su sistema. Kuranyi es un goleador pero que participa poco en el juego. Frings, según Löw, aporta menos a la creación que Schweinsteiger o Sami Khedira.

Nadie se ha quejado de Lahm

La decisión contra Frings fue seguida de tribulaciones. Primero, Thomas Hitzlperger -uno de los candidatos de Löw para parte central del medio campo- tuvo un bajón que lo dejó por fuera de la convocatoria. Michael Ballack se lesionó, lo mismo que Christian Träsch. Sólo quedaban Schweinsteiger y Khedira para esa posición.

Löw decidió que eran suficientes y que, en el caso de una lesión o de una sanción, se podía reaccionar modificando el sistema o llevando a esa posición a jugadores que pueden desempeñarla como Denis Aogo o el propio capitán Philipp Lahm. Lahm, contra lo que muchos pedían a gritos, juega por la derecha, como él quería, y no por la izquierda. Salvo los rivales, nadie se ha quejado.

Otra apuesta más global ha sido la apuesta por el juego elaborado y a ras de tierra con los jugadores desmarcándose para que siempre haya alguien a quien entregarle el balón. Para ello, Löw lo sabía, se requería llegar al torneo en una condición física óptima y por ello durante las semanas de concentración previa dedicó buena parte del tiempo a lograrla.

Mesut Özil no fue una apuesta. Nadie hubiera entendido que el joven de Gelsenkirchen no estuviera como titular.