Como en una película de Hollywood, el Eliseo tenía perfectamente planeado cómo llevar a Thierry Henry del aeropuerto al palacio presidencial. En una limusina negra. Como un espía. El resto de sus compañeros salió del aeropuerto entre fuertes medidas de seguridad, para irse en autobuses o en aviones privados. La reunión entre el extremo y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, era conocida por todos, pero el Eliseo quiso llevarla en secreto. Quizá porque fue tan prioriaria que pasó por delante de unas organizaciones humanitarias e incluso de la presidenta de Suiza, Doris Leuthart.

¿Y qué se habló en ella? Según la prensa gala, Sarkozy llegó a asegurar que había que comenzar "desde cero" porque "la opinión pública" exigía que lo arreglaran "todo". No se sabe la respuesta del atacante del Barça, pero también es de todos conocida la mala relación que Henry tenía con Doménech, por lo que es imaginable. Nadie en Francia está contenta con la actuación de la selección. Ni siquiera el nuevo entrenador, Laurent Blanc, que sabía que iba a acceder al cargo hicieran lo que hicieran los "bleus" en Sudáfrica.

Y mientras tanto, la Federación Francesa de Fútbol también está en la cuerda floja. Según la prensa, la conferencia que Sarkozy convocó para otoño para estudiar reformas en el fútbol francés y su petición de que haya consecuencias inmediatas persigue la dimisión del presidente de la Federación, Jean-Pierre Escalettes. Por lo pronto, lo que está en mano de Nicolas Sarkozy se ha hecho: los futbolistas no han cobrado premios por su deplorable participación en el Mundial. Francia sigue revuelta.