- "Y les pido que griten finalmente conmigo, ¡Viva Honduras!".

(Silencio embarazoso)

- "¡Viva!"

Está considerada como una de las más comentadas meteduras de pata manufacturada por un político. Corresponde a Federico Trillo, un especialista tras su antecedente ovíparo. Rectificó y el tema quedó en anécdota más o menos jocosa, aunque siempre se podrá decir que cometió el error en el peor escenario posible: en El Salvador. Un país vecino de Honduras, donde las rivalidades históricas son constantes.

Como que ambos países se enfrentaron en la llamada "Guerra del Fútbol", un conflicto armado que duró seis días, dejó varios miles de muertos y tuvo su origen (al menos, en parte, no en el todo) en los incidentes ocurridos en un partido entre las selecciones de ambos países, valedero para el Mundial de México-70, en el que finalmente se clasificaron los salvadoreños.

Honduras no es ningún remanso de paz. Y eso lo pueden contar los hermanos Palacios, que son tres y no cuatro porque al más pequeño, Edwin, lo secuestraron un día, pagaron el rescate y sus huesos aparecieron muchos meses después. Pero, hasta que la asonada de 2009 desalojó a Zelaya y puso en su luchar a Micheletti (Goriletti y Peleletti según Hugo Chávez), Honduras era de esos países que apenas salen en los informativos españoles.

Como mucho, en los concursos de supervivencia de famosos. Porque ya nadie se acuerda, y ni falta que hace aunque eso, en aquella época, eran palabras mayores, que fueron los hondureños los que dieron los puntos para que María Ostiz y su cigarra ganaran el festival de la OTI de 1976.

No pasó lo mismo hace 28 años, cuando su selección vino a España para estremecer a la entonces no Roja -aupa España aupa / aupa selección / con bombos y banderas / te apoya la afición- con un empate a uno en el estreno mundialista. Que marcó uno que también se llamaba Zelaya y lo llamaban Pecho de Águila.

Honduras lo hizo muy bien. También empató con Irlanda del Norte y se quedó fuera en los últimos minutos del partido contra Yugoslavia. La imagen del portero Arzú -un paralotodo que dos meses después no funcionó en el Rácing- llorando desconsolado en el suelo era la despedida de una selección admirable. Con el leñero Gutiérrez, el infatigable anciano Bulnes, el Macho Figueroa, el ilicitano Gilberto y algunos jugadores que desembarcaron en España con sorprendente poco éxito.

Ha pasado una generación. Sus hijos regresan hoy. Bueno, el hijo de Costly, un gigantesco central que no dejó tocar la bola a Satrústegui, no ha podido porque se dejó el tobillo por el camino. Para cuando lleguen las ocho y media, a la nostalgia, a Zelaya y a Trillo se les habrá aplicado el "erase". Solo se podrá pensar en ganar. Porque si no, la depresión del ochenta y dos se quedará corta.