A la selección de fútbol de Alemania se la ha reconocido históricamente por la fiereza de su juego, el poderío físico, la rectitud táctica y la eficiencia competitiva. Por tradición ha sido un conjunto que apenas ha variado conceptualmente, generación tras generación. Ese tópico llevó al delantero inglés Gary Lineker a sentenciar que el fútbol "es un deporte inventado por los ingleses, en el que juegan once contra once detrás de un balón y al final siempre gana Alemania".

En el Mundial de Sudáfrica se está viendo a otra Alemania, sin clichés genéticos. De los 23 seleccionados alemanes para el Mundial de Sudáfrica casi la mitad, 11 en total, tienen raíces foráneas y han nacido en el extranjero o sus padres tienen su origen fuera de Alemania. Es la Alemania nacida de la integración multirracial de las últimas décadas. Ciudades como Berlín y Hamburgo son un buen ejemplo de convivencia entre diversas culturas. En el plano futbolístico, ese mestizaje ha cambiado incluso el patrón de juego clásico atribuido a Alemania. Jugadores habilidosos, técnicos y rápidos como Marko Marin, de ascendencia bosnia, o Mesut Özil, de origen turco rompen el estereotipo del fútbol directo y de juego aéreo. Los dos centrocampistas del Werder Bremen se unen a Dennis Aogo, que juega en el Hamburgo y es de origen nigeriano, Cacau (Stuttgart/Brasil), o el delantero Mario Gómez, que milita en el Bayern de Múnich y cuyos padres son españoles.

Un caso especial es el de Jerome Boateng, futbolista delHamburgo, que juega con Alemania mientras su hermano, Kevin-Prince, ha preferido jugar para Ghana. Otros futbolistas nacidos en Alemania pero con raíces turcas, como los hermanos Altintop o Basturk, han preferido militar con Turquía, donde el nivel para ser seleccionado es inferior. La nómina de futbolistas con ascendencia extranjera la completan Miroslav Klose (Bayern Múnich/Polonia), Piotr Trochowski (Hamburgo SV/Polonia), Sami Khedira (VfB Stuttgart/Túnez), Lukas Podolski (FC Colonia/Polonia) y Serdar Tasci (VfB Stuttgart/Turquía). Alemania sigue los pasos de Francia, con la diferencia de que los galos alimentaron su potencial con futbolistas procedentes de antiguas colonias, para disgusto de dirigentes ultraderechistas como Jean-Marie Le Pen.

Esta nueva realidad ha despertado los elegios de la canciller federal, Angela Merkel, que considera que la selección alemana "es un ejemplo de la integración" y de "cómo pueden surgir modelos de conducta. Modelos para todo nuestro país. Tanto para aquellos que son de origen alemán como para los que desean integrarse", señaló Merkel en una entrevista emitida anoche por la cadena pública ARD. La jefa del gobierno germano reconoce que el porcentaje de miembros de origen extranjero en la selección alemana de fútbol es muy superior a la media de la sociedad, pero subraya que estos se convierten en "ídolos comunes".

El caso de Sindelar

La actual Alemania sí habría sido del agrado de Matthias Sindelar (1903-1939), considerado el mejor futbolista austriaco de todos los tiempos. El delantero, de padres judíos y con simpatías socialdemócratas, se negó a jugar con la selección alemana después de la anexión de Austria a la Alemania de Hitler en 1938. Tampoco quiso moverse de Viena. Sindelar apareció muerto junto a su pareja en enero de1939.