Fue un abrazo en el antepodio para cerrar la batalla, de reconocimiento mutuo después de pelear sin pausa durante 70 vueltas y un anticipo de lo que puede pasar el resto del año. Si hay que escoger a dos pilotos para que se disputen el Mundial deberían ser siempre Fernando Alonso y Lewis Hamilton. Coches al margen, están un peldaño por encima del resto y cuando sus mecánicas se conjuran para funcionar al mismo tiempo, dejan espectáculos memorables.

Ya se pelearon en Canadá en 2007, entonces bajo el mismo techo y ayer repitieron escena, todavía más descarnada, más abierta, un mano a mano de libro, para guardar en video y enseñarlo como ejemplo de lo que es una carrera de coches. A Alonso se le escapó al final la segunda posición por los azares del tráfico en la pista, pero en las retinas del entusiasta público canadiense queda haber visto a un McLaren y a un Ferrari al borde del ataque de nervios.

Cambia de nuevo el líder del campeonato porque Hamilton repite victoria. McLaren tiene magia en su fábrica, la receta para hacer que el coche vaya a más en cada carrera que pasa. El paddock se llenó otra vez de camisetas naranjas para el segundo doblete consecutivo del equipo. Hamilton ha puesto en orden la casa y no solo está por delante de su compañero sino que ya es líder del Mundial.

Y por allí aparece otra vez Fernando Alonso, con un buen saco de puntos y a tiro de los dos que mandarán al menos hasta Valencia.

El asturiano salió tercero porque Webber se cayó de la parte alta al sustituir la caja de cambios. Problemas para Red Bull, ayer por detrás de los grandes y con algún síntoma de debilidad. Son Hamilton y Alonso los que tienen pinta de ir hacia adelante. Otra vez el inglés estuvo envuelto en la escena del día. Escogieron el pit lane para desenfundar los revólveres. Venía el McLaren por delante en la pista y los dos se metieron para el cambio de neumáticos. El compuesto blando les había jugado una mala pasada. Apenas aguantaron frescos unos pocos giros y entonces quedó claro que harían falta dos paradas para terminar la carrera.

Los muchachos de rojo fueron rápidos en el desenrosque de tuercas y lanzaron a Alonso a la pista. Transitaba por el callejón cuando apareció el McLaren. Rueda con rueda, se enzarzaron en una lucha de cuadrigas con la velocidad limitada. El asturiano giró la cabeza a la izquierda, vio al coche plateado, se aferró al volante y apretó los dientes. Pasó el Ferrari.

A la batalla anglo española se sumó Mark Webber porque aguantó más que nadie para el segundo relevo de gomas. Llegó a tener 11 segundos de ventaja pero los perdió todos cuando su compuesto duro desfallecía. De nuevo quedaba todo en manos de Hamilton y Alonso, todavía con 20 vueltas por delante.

El asturiano no solo debía mirar al frente. Entretenidos con el australiano, dieron tiempo a que por detrás llegase Button. Otra vez el tráfico jugó contra Alonso. No solo porque entró en escena el otro inglés de la parrilla sino porque en la maniobra para doblar a Chandhok, el segundo coche de McLaren devoró al Ferrari.

Quedaban catorce vueltas y en el espectáculo de Hamilton y Alonso se había colocado un invitado al que ya no esperaban. Ya nadie evitó el doblete del equipo inglés y volteo a la general del campeonato.

Alonso perdió un valioso segundo puesto pero demostró que la carrera perfecta no estaba tan lejos. Solo necesitaba un coche aceptable y algo de suerte. La que no tuvo Felipe Massa, cuatro veces en el pit lane, atrapado en la salida y envuelto en mil y un problemas. Cada vez hay menos dudas de quién es la referencia en Ferrari.

Lo de Montreal fue todo un revolcón para Red Bull. Pensaron en una estrategia diferente, con neumáticos duros desde el inicio. Pero no les funcionó. Tuvieron que entrar demasiado pronto al primer relevo y no sacaron ventaja de su idea. Ya no son líderes y ahora echan de menos los puntos que regalaron en Turquía con un enfrentamiento innecesario entre sus dos pilotos.