L es une el nombre y el apellido, y su pasión por el dibujo. Ambos tienen barba y una expresión cómica y bonachona. Cada uno porta una camiseta con su seña de identidad gráfica: el humor y el graffiti. Sus estilos son completamente diferentes pero convergen en dos puntos: reivindican la libertad de expresión y son un espejo transparente de sus personalidades. Quedamos con ambos en un bar alicantino para que nos cuenten algo sobre esta relación tan particular que une a padre e hijo. Cuando les preguntamos cómo se toma cada uno el dibujo, Enrique Pérez, humorista gráfico del diario INFORMACION, responde al instante: «Yo no he dibujado en serio en toda mi vida».

Kiz siempre estuvo rodeado de todo lo necesario para convertirse en dibujante. Desde pequeño, siempre le impresionó cómo su padre improvisaba chistes en tan sólo unas horas. No obstante, su proceso como muralista fue algo diferente al de los demás. Según su progenitor, «lo normal es que la gente comience a dibujar sobre papel o paredes y después acabe con el ordenador. Yo incluso, aunque dibujo en papel, siempre acabo retocando con algún programa informático. En su caso fue al revés. Enrique comenzó a dibujar con el ordenador y lo hacía genial, hasta que se cansó y empezó a hacerlo en paredes», señala el dibujante de tiras.

El joven Kiz señala que él siempre fue de Ciencias Puras. Tuvo alguna que otra motivación por el mundo del arte pero nunca fue su primera pasión. «Siempre me gustó el hip hop y hace un año empecé a conocer gente que hacía graffitis. Comencé a pintar y parece que no lo hago mal», comenta. Y tanto. Su estilo, de hecho, va más allá del graffiti convencional. Fusiona la ilustración con el graffiti, una tendencia apodada como «street art» que bebe de las primeras pintadas que se hacían hace décadas en Nueva York, «que se inspiraban en imágenes del mundo del cómic», matiza. Sus dibujos se pueden encontrar en algunas calles de Alicante, «aunque solemos pintar más en Alcoy, ya que tengo un amigo que conoce a gente que nos cede más espacios para dibujar».

Su padre admira la evolución del dibujo de su hijo. Le impresiona cómo puede desarrollar esas pintadas a gran formato, sin perder detalle. No obstante, Kiz le recuerda el principio de esta afición, «cuando a ti no te gustaba mucho que fuera por ahí, pintando paredes». «Es que todo es muy relativo hijo», le dice el padre. «Vosotros podéis creer que en una obra, un muro blanco aparentemente inservible se puede pintar. Pero a lo mejor resulta que el constructor es del Real Madrid y le tocáis la moral», bromea. «Además, yo sería un gran graffitero porque soy buenísimo echando a correr cuando viene la policía», añade.