Max para sus amigos, Máximo en el carné de identidad y Màxim para la mayoría desde que hace 20 años irrumpiese en las televisiones de toda España al frente del informativo de Telecinco. Con una emocionante trayectoria a sus espaldas, el periodista que se atrevió con la política para intentar contribuir a ensalzar el acervo cultural de nuestro país, hoy vive a la sombra de Sierra Helada, con la vista siempre puesta en el Mediterráneo como inagotable fuente de inspiración para sus novelas.

Máximo Huerta ha presentado en el emblemático hotel Servigroup Montíboli de Villajoyosa su octava novela, Con el amor bastaba (Planeta) que ya va por su cuarta edición. "Este libro es un canto a la belleza de lo diferente" cuenta Huerta mientras su mirada se pierde admirando los colores del mar alicantino que también inspiran su pintura, un hobby que le ayuda a desconectar "de la situación bronca actual que ensucia la política y la sociedad".

P. Nació en Utiel, creció en Buñol, estudió en Valéncia y allí dio sus primeros pasos como periodista para después dar el salto a Madrid y llegar hasta París. Aun así, elige la Costa Blanca como refugio ¿Qué le une tan fuertemente al Mediterráneo?

R. La familia. Estar en esta tierra es estar cerca de la familia, es mi madre, son mis primas y tiene todo lo que a mí me gusta, esa mezcla de lo rural y lo cosmopolita, el mar y el buen clima. Me siento en casa y esa es la mejor sensación que existe.

P. Con sus publicaciones en redes sociales se ha convertido en un todo un embajador de la Marina Baixa ¿En qué se distingue nuestra costa?

R. Aunque todo el mundo habla de estas playas, muchas veces se confunden con cuatro edificios de la siempre apasionante Benidorm. Pero la Costa Blanca es mucho más, un lugar desconocido a pesar de ser tan turístico. Hay restaurantes maravillosos tanto en el interior como en la costa, rincones, me encanta el color de este mar. Es un color distinto que nada tiene que envidiar al de Grecia o Baleares. Es único. Tenemos un montón de playitas que son maravillosa. A mí particularmente me encantan las de piedras. Y me enorgullece poder ser un buen embajador de la terreta, se lo merece, y a través de las redes es la mejor forma que tengo de enseñar lo nuestro.

P. Precisamente su libro habla de lo distinto, de lo que escapa de la norma, de personas especiales, de gente diferente ¿Se considera así?

R. Yo creo que todos somos raros, especiales, particulares y, en definitiva, únicos. Este libro es un canto a la belleza de la diferencia. Igual que me parece maravillosa una tierra en la que tienes lugares totalmente opuestos unos a otros, con millones de escondites y secretos, me pasa igual con las personas. En esos detalles encuentro la exquisitez de la belleza. Todo lo diferente es mucho más bonito, y ahí reside la felicidad.

P. Todos hemos querido en algún momento de nuestra vida desatacar, pero a la vez marginamos al diferente.

R. Yo creo que por eso está gustando tanto el libro. Todo el mundo se ha sentido diferente en algún momento, mirado, subrayado, cuestionado y se ve reflejado. Todavía hay muchas personas que cargan mochilas de prejuicios e intolerancia y eso hace que todo lo distinto siempre sea cuestionado. El que tiene otro acento o color de piel, otra forma de ser o de moverse cuando eso es lo bonito, la mezcla, la diferencia, lo que luego buscamos cuando viajamos fuera.

P. El protagonista de "Con el amor bastaba" descubre que puede volar y que eso le hace único, ¿qué es volar para usted?

R. Volar es sentirse libre, feliz, es sentir que estás haciendo lo que te apetece. Desde niños todos hemos soñado con volar. Nuestros super héroes siempre han volado, incluso Mary Poppins o Peter Pan. Echo la mirada atrás y recuerdo cuando soñaba con volar atándome un jersey al cuello. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez?

P. ¿Hay algo de autobiográfico en esta historia?

R. No es una novela autobiográfica ni tiene reflejos autobiográficos. A mí me gusta pintar y al protagonista también. A la hora de escribir me gusta dejar algo mío en los personajes, en todos, no solo en el protagonista. Porque así, cuando los releo, me reencuentro con esas pequeñas herencias. Los autores siempre escribimos de lo que vemos, de lo que escuchamos, de lo que hemos vivido y de alguna manera se cuelan tus vivencias.

P. Escribió este libro durante un retiro en la Provenza después de cerrar una etapa y, como aquel que dice, acaba de ver la luz. Ahora has cerrado otra etapa en televisión ¿Se va a tomar un descanso, o ya se está cociendo una nueva obra en tierras alicantinas?

R. Estoy trabajando ya en una próxima novela, este lugar es que un motor para mí. Me siento en casa y eso hace que la mente esté tranquila, fluyan más las ideas y nazcan las novelas. Será mi novena novela y ya estoy disfrutándola.

P. Parece que nunca descansas.

R. Como autor nunca descansas porque siempre te fijas en lo que ha dicho alguien, cómo se mueve, qué comenta€ todo lo que vives sirve para una novela. No es que existan las musas, no creo en ellas, pero si tu observas mucho, eso te sirve para escribir. Aunque esté tomando el sol, mi cabeza está centrifugando ideas.

P. ¿Cuál ha sido la mejor experiencia que ha vivido en televisión?

R. Quizás sorprenda, pero cubrir el conclave del papa Francisco para mí ha sido periodísticamente la experiencia más salvaje, atractiva, interesante y hasta cinematográfica de mi vida. Es todo lo que uno puede imaginar y desear un periodista. El día en que se elige el papa, se abre la logia y sale al balcón rebosa pura tensión informativa. Recordarlo es como si estuviese allí de nuevo.

P. Periodista, escritor, presentador, ministro es un hombre verdaderamente polifacético ¿en qué papel se sientes más cómodo?

R. Contando historias. Ser periodista también es contar historias. Si las cuentas con tranquilidad, y te permiten hacerlo, es la forma más bonita de hacerlo. Si vas con prisas y es un ya para ya, no. Eso es lo que he aprendido con el tiempo, a disfrutar contando historias relajadamente. Todos los escritores antes han sido periodistas: Mariano José de Larra, García Márquez y hasta Delibes. Yo creo que ese es el camino natural.

P. ¿De dónde viene su interés por la política?

R. Pues como ciudadano, yo creo que todos deberíamos tener un ministro en nuestro interior. Un ministro crítico, que valora, que tiene interés, que es capaz de mirar la vida con ojos de servicio público. Independientemente del partido, yo no estoy hablando de tendencias. Hablo de tener una mente abierta y ser ministros desde nuestra posibilidad. La política no ha de ser algo de los demás, ha de ser algo nuestro, y entre todos, construir.

P. ¿Y alguna vez pensó en dar el paso?

R. No, jamás. Ni he estado en ningún partido, ni lo estoy, ni jamás he estado en listas. Simplemente se me ofreció ser ministro y me pareció una inmensa responsabilidad, atractiva e interesante, que volvería a aceptar una y otra vez, porque creo que es una de las cosas más bonitas que puedes hacer como ciudadano por tu país: intentar cambiarlo a mejor.

P. ¿Qué opina del panorama político actual?

R. No lo valoro, me parece que está muy bronco, muy sucio, y todos contribuimos a ese ruido, también los ciudadanos, y el ruido no es bueno para el país.

P. ¿Cree que la transmisión y la defensa de la cultura ocupa el lugar que se merece en nuestra sociedad?

R. No, hay una mirada demasiado crítica y torticera con la cultura. Tú te morirás, yo me moriré, morirán los lectores del periódico y lo que quedará es el sabor de nuestras recetas, las canciones, las rondallas, las películas, los libros, nuestras fiestas, la Semana Santa, todo nos sobrevive, moriremos nosotros y quedará la cultura. No somos conscientes de lo importante que es. Las esculturas de Salzillo para la Semana Santa de hace varios siglos sobreviven da igual quien gobierne porque encarnan la esencia de una tierra y, aunque no las sintamos particularmente propias, tenemos que valorar todas las fuentes de cultura que tenemos. Desde la más alegre a la más intensa, desde la más festiva hasta la más espontánea, el sabor, el olor, nuestra música a veces deberíamos ser más franceses y valorarlo más.

P. ¿Franceses?

R. He vivido allí y creo que los franceses valoran mucho más su cultura que nosotros. Ellos se sienten orgullosos de su país y de su cultura. Aquí no nos llegamos a sentir así, somos muy nuestros, quizás tengamos que despojarnos de complejos y ser más vanidosos con nuestra tierra. Se lo merece. Sin caer en el chovinismo y en la proclama de que nuestra tierra es la mejor, porque seguramente las haya mejores o simplemente diferentes con otras playas, otras casas, otros bailes y modas. Pero valoremos lo que tenemos y potenciémoslo.

P. ¿Cómo se ha visto afectado el sector de la cultura con toda la situación actual?

R. La cultura es lo que nos ha entretenido en la pandemia porque todos nos poníamos películas, canciones, libros, incluso videojuegos o hacíamos recetas. No hemos sido conscientes de que la cultura ha jugado ese papel tan importante. Ahora deberíamos devolvérselo, consumir cultura y regalar cultura. Se va a tardar tiempo en llenar teatros, conciertos o restaurantes.

P. El turismo también ha tenido que adaptarse a las nuevas circunstancias, y el sector ha hecho un importante esfuerzo por incorporar a sus servicios todas las garantías sanitarias.

R. Cultura y turismo van de la mano y son lo que nos define como país más allá de las grandes empresas o de los grandes deportistas que también son nuestra imagen. El turismo, que es tan importante para esta tierra, va a tardar en recuperarse y tenemos que hacer un esfuerzo. Yo lo hago y espero que todos lo hagan.

P. ¿Qué le diría a todo aquel que esté pensando en visitar la provincia?

R. Nuestra tierra es segura, sana, variada, interesante, divertida y está cerca. ¿Qué más?