Nacida en Tokio, de padres británicos y criada en California, Olivia de Havilland, el último mito femenino del cine, eligió sin embargo pasar media vida en París, donde ayer murió por causas naturales a los 104 años. Así lo notificaron medios locales, que citan a su publicista Lisa Goldberg como fuente.

Nacida el 1 de julio de 1916 en Japón, era hija del aristócrata, abogado y diplomático Walter Augustus de Havilland y de la actriz Lillian Ruse.

Tras el divorcio de sus padres, en 1919 se mudó con su madre y su hermana pequeña, Joan, a California (Estados Unidos) donde estudió Arte Dramático con Lillian Rose y comenzó a trabajar en grupos universitarios de teatro.

En 1935, el alemán Max Reinhardt la descubrió en una representación de «El sueño de una noche de verano» y ese mismo año la dirigió en la versión cinematográfica de la obra.

Firmó un contrato de siete años con Warner Bros y allí formó una pareja de éxito con Errol Flynn en numerosos filmes, la mayoría dirigidos por Michael Curtiz, entre ellos «La carga de la brigada ligera» (1936) o «Robín de los bosques» (1938). «Murieron con las botas puestas» (1941), dirigida por Raoul Walsh, fue su último trabajo con Flynn como pareja.

En 1939, la compañía la cedió a Metro Golden Mayer para protagonizar «Lo que el viento se llevó», que interpretó junto a Clark Gable, Vivien Leigh y Leslie Howard. Su papel de la dulce Melania le valió su primera nominación al Óscar, como actriz secundaria.

Desde entonces, su carrera fue meteórica. Volvió a ser finalista a los premios de la Academia de Hollywood como actriz principal por «Si no amaneciera» (1941), pero la preciada estatuilla fue para su hermana y eterna rival, Joan Fontaine, por su papel en «Sospecha», de Hitchcock.

Fontaine había tomado el apellido del segundo marido de su madre para que no la confundieran con su hermana, con la que mantuvo una compleja relación tanto personal como profesional. Pasaron 35 años sin hablarse, desde la muerte de su madre, en 1975, hasta el fallecimiento de Joan en 2013.

Luchadora inagotable

Mujer de fuerte carácter, no muchos cinéfilos saben que Olivia de Havilland fue la responsable de un cambio radical en el Hollywood de los grandes estudios. En los años cuarenta se cansó de las abusivas condiciones laborales a las que estaban sometidos los actores y actrices en aquella época dorada de Hollywood y se enfrentó con el poderoso estudio Warner Bros.

De Havilland reclamó a Warner Bros que le dieran acceso a otro tipo de personajes, pero el estudio respondió dejándola sin empleo y sueldo. Por miedo a más represalias judiciales, ninguna otra compañía se atrevió a ofrecerle trabajo.

Transcurridos casi tres años, ganó el juicio y pudo elegir sus trabajos, el primero de ellos en la película «Vida íntima de Julia Norris» (1946), con el que ganó su primer Óscar.

La década de los cuarenta, la más fructífera de su trayectoria, culminó con su interpretación en «La heredera» (1949), con la que obtuvo su segundo Óscar como actriz protagonista bajo la dirección de William Wyler. Por esta película también obtuvo el Globo de Oro y el Premio de la Crítica de Nueva York.,

Papeles en televisón

Desde que en 1952 protagonizó «Mi prima Rachel», sus apariciones en cine disminuyeron, aunque continuó actuando en teatro y televisión. Su último papel en el cine fue en «El quinto mosquetero» (1979).

De sus actuaciones en la pequeña pantalla destaca «Anastasia» (1987), interpretación por la que ganó el Globo de Oro a mejor actriz de televisión. Además actuó en series tan conocidas como «Raíces» y «Norte y Sur». Su último trabajo en el medio fue «La mujer que él amó» (1988).

En 1962 publicó sus memorias «Every Frenchman has One» y en 1965 fue la primera mujer que presidió el Festival del Cine de Cannes.

En 2016, cuando cumplió cien años, concedió algunas entrevistas, aunque vía email. No tuvo reparos en llamar «Lady Dragón» a su hermana y aseguró que el secreto de su longevidad estaba en «el amor, las risas y el aprendizaje».

También habló de su película más recordada, Lo que el viento se llevó y aseguró que fue su papel, el de Melania, el que siempre le interesó, y no el de Escarlata O'Hara que anhelaban la mayoría de las actrices de aquella época.

«Creí que Lo que el viento se llevó sería recordada durante cinco años, y ha durado más de 70 años, hasta un nuevo milenio. Hay un lugar especial en mi corazón para esa película y para Melania».