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Un acelerón para llegar al altar

Una joven madrileña tunea una moto en un concesionario de Alicante para animar a su novio a pedirle matrimonio

Claudia y David, en la tienda alicantina. INFORMACIÓN

«Nos hemos pasado de frenada», admiten riéndose David y Claudia, una pareja de moteros de Madrid que han convertido una visita a un concesionario de Alicante en la antesala de un paseo nupcial. A pesar de que salieron de allí con un papel firmado y una alianza -aunque muy poco convencional-, están comprometidos solo «en un 80%», porque él quiere reservarse el honor de pedirle matrimonio a ella formalmente. Si le queda tan poco trabajo por hacer es porque a su novia «se le fue de las manos» lo que en principio iba a ser «un empujoncito» sutil para mostrarle su predisposición a decir sí en el caso de que él se lo propusiera.

Después de tres años juntos compartiendo casa y afición por el trail, la joven madrileña de 31 años quiso ponerle las cosas fáciles a su chico, de 35 y nacido en Valdepeñas. Pero, como ocurre con los mejores sistemas de amortiguación de las motos de campo, su acción terminó haciendo que los baches sean prácticamente terreno llano.

«Él buscaba una moto que apenas se encuentra en la Península y nos enteramos de que había una tienda en Alicante que la tenía. Pensamos en bajar a verla y, ya de paso, pasábamos el fin de semana en la playa», explica la joven. Lo que no sabía su novio es que esa decisión, aparentemente espontánea, llevaba detrás un intenso trabajo de coordinación de Claudia con el dueño del concesionario. El plan secreto era añadir un sistema de suspensión casi de competición a la ya exclusiva KTM 790 R para convertirla en la aún más inaccesible versión Rally del modelo. Un objeto de deseo para los amantes del enduro, que roza los 20.000 euros y del que apenas se han fabricado 500 ejemplares, con el que David fantaseaba desde hacía tiempo con pleno conocimiento de su chica. «La suspensión cuesta cerca de 5.000 euros», explica David Chorro, dueño del concesionario JJ Chorro de La Florida. Claudia recuerda que, mientras lo preparaban todo, el dueño de la tienda le dijo «que él también quería una novia como yo».

Un contrato indefinido

El manchego notó cierta magia en cuanto entró al concesionario. No solo tenía la moto que había ido a ver, sino que inexplicablemente llevaba la horquilla Xplor Pro que solo tiene la versión Rally. Además, el dueño aseguraba «que le había puesto esa suspensión porque le sobraba y porque le dio por ahí», recuerda. Claudia observaba la escena disfrutando con la cara de su novio, que intentaba asimilar, emocionado, que un mecánico despistado de Alicante había montado la moto de sus sueños por casualidad y que podría tenerla con solo decir sí. Se decidió a señalizar la compra y se sentó ante un montón de papeles con el membrete del concesionario.

«En medio de ellos había un papel que parecía oficial, pero salía el pollo loco de la película de Disney Moana, que es como nuestra mascota», recuerda la futura prometida. «El papel decía algo así como que 'por la presente, se comunica al titular del contrato que, en caso de que no contraiga matrimonio con Claudia, la horquilla de la moto pasará a ser propiedad de ella', o algo así», apunta David. «Se quedó diez segundos muy pillado y después prácticamente le quitó el boli de la mano al dueño para firmar», añade riéndose la joven. «Luego me dio un beso-muy beso. Un besazo, vamos» cuenta. Por el manos libres se intuye que se miran y vuelven a reírse. «No hubo anillo ni rodilla, pero sí horquilla», concede Claudia.

«Me quiso dar un empujoncito, pero fue un collejón», asegura David, quien tiene su moto en el taller para que le hagan unos ajustes y a su pre-prometida esperando divertida a que él dé formalmente el paso. «Parece que me ha facilitado el camino, pero en realidad me lo ha puesto muy difícil. A ver cómo supero esto cuando le pida que se case conmigo», se lamenta de broma el joven.

Aunque la que se ha lanzado ha sido ella, David cree que el ritual de pedida «es algo que tengo que hacer yo». «Me gustaría darme el capricho de hacerlo. Ella ha encontrado su momento y ha salido rodadísimo. Yo tengo que encontrar el mío. Pero todos sabemos cómo va acabar», explica, poco antes de comentar casualmente que se marchan dos semanas de ruta a los Pirineos.

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