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Los vigilantes del Bou Ferrer

Un equipo del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil realiza una inmersión al mes al pecio romano hundido en aguas de la Vila, para proteger el yacimiento de posibles expolios

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El GEAS vigila el Bou Ferrer

Hay dos cosas que diferencian al Bou Ferrer de la veintena de barcos accesibles que permanecen hundidos en aguas de la provincia de Alicante. La primera, su cercanía a la costa y su profundidad a menos de 21,5 metros. La segunda, que se trata de un BIC. Por eso, el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil lo ha convertido en parada obligatoria al menos una vez al mes.

Ayer fue uno de esos días. Una mañana que despertó tranquila, pero que el viento de levante se encargó de poner en movimiento. Algo a lo que está acostumbrado el equipo del brigada Antonio García, integrado por otros tres miembros (son dos equipos de cuatro que se van turnando). Su misión, sumergirse para comprobar que el pecio romano y sus 33 metros de eslora están intactos de injerencias externas y controlar cualquier intento de expolio.

De la parte patrimonial y de que su conservación sea la adecuada se encarga José Antonio Moya, profesor de la Universidad de Alicante y una de las personas que más veces ha visitado el Bou y que más fotografías y vídeos ha tomado de este barco romano hundido, descubierto en 1999 en aguas de Villajoyosa.

«Nuestro compromiso con el acuerdo establecido entre la Conselleria de Cultura y la Guardia Civil es revisar el estado del pecio periódicamente para evitar episodios de expolio que ha habido en el pasado. Venimos una vez todos los meses, aunque con el confinamiento se han reducido esas visitas», apunta García.

Ayer realizaron dos inmersiones «para comprobar que el enrejado estaba intacto y ver que todo está correcto». La visibilidad no era demasiado buena, algo que suele ser habitual. Parada a 12 metros y, a la subida, después de 21 minutos, a los 5 metros durante cinco minutos. «Es complicado ver los detalles de los expolios porque si se ha hecho una manipulación, lo normal es que se tape por la arena, pero no es habitual».

El brigada del GEAS, que se encarga también de cualquier tema de rescate en el mar, pantanos o ríos, confirma que por el fondo todo está en orden. «Lo que hemos detectado otras veces más que una manipulación es parte de alguna red o algún elemento de pesca que se engancha, pero si no afecta al yacimiento se deja como está y se comunica a la dirección del proyecto».

El termómetro, a 21,5 metros de profundidad marca 16 grados y en invierno «solo está dos grados menos», destaca el brigada que asegura que son una veintena de barcos hundidos a menos de 50 metros a los que ellos acceden. «La carta arqueológica subacuática marca unos 120 puntos entre pecios, yacimientos y hallazgos concretos, pero como barcos accesibles una veintena».

José Soriano forma parte del equipo del GEAS desde hace diez años y asegura que el Bou Ferrer es «la joya» del patrimonio sumergido. «Hay muchos que no podemos proteger porque están a mucha profundidad, aunque también es nuestro cometido la investigación de un accidente, la protección de las reservas marinas, las negligencias de todo lo relacionado con actividades subacuáticas o la seguridad en competiciones deportivas en el agua».

En el Bou una de sus funciones es «hacer un reportaje videográfico porque sabemos cómo tiene que estar, ya que colaboramos en la colocación del enrejado». Pero por si hubiese alguna duda, «se lo pasamos a José Antonio Moya que es el que más veces habrá bajado al Bou Ferrer».

Recogida de sedimentos

Y es cierto, porque ha participado en todas las prospecciones realizadas desde su descubrimiento. La última vez, lo hizo en febrero. La diferencia que percibe es el deterioro del enrejado que se colocó nuevo en octubre. «Está todo bien, pero te das cuenta de cómo se deteriora todo bajo el agua; está oxidado y va cediendo, y eso que está galvanizado... Más de tres años no aguanta», asegura Moya que realiza la inspección más patrimonial. «Intento que nos adelantemos a lo que pueda pasar, si hay una reja que se ha deteriorado y puede caer, pues reforzarla antes».

En esta última inmersión, por pirmera vez ha recogido una muestra de sedimento, algo que hará siempre que se sumerja «a partir de ahora». El objetivo es tener pruebas de qué es lo que cae encima del barco. «Ver si es arena que viene del propio movimiento del agua, si viene de la costa o de mar adentro, si hay organismos vivos o si crecen algas porque pueden afectar a la madera», destaca. «Esto no se ha hecho hasta ahora, pero de cara al futuro, cuanta más información tengamos de este tipo de cosas mejor podremos tomas decisiones a la hora de plantearnos que hacer con el yacimiento o con las visitas».

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