¿Cómo se manifestaba la homofobia en la época victoriana y qué hacían las mujeres para evitarla? ¿Hasta qué punto las lesbianas de nuestra historia tenían que esconderse o fingir ser amigas? ¿En qué consistían esas amistades románticas, con sus cartas de amor angustiado, sus paseos por el parque y sus mil y una excusas para tomar el té a las Five o'clock «pero a solas, por favor»?
Todo esto esto es lo que la investigadora Cristina Domenech cuenta en Señoras que se empotraron hace mucho (Plan B), un libro que nació gracias a un hilo casual en Twitter y acabó siendo un éxito de ventas las pasadas navidades, alcanzado en la actualidad su sexta edición.
P ¿En qué momento empezaste a tirar del hilo e investigar sobre mujeres lesbianas de hace siglos?
R El momento en el que empecé a investigar sobre este tema fue cuando tenía unos quince años, cuando hacía un par de años que estaba «fuera del armario» (para eso la verdad es que fui muy precoz). A esa edad leí Orlando, de Virginia Woolf, y eso para mí fue un shock absoluto porque hasta ese momento yo no conocía ninguna figura histórica que fuera lesbiana o bisexual. Además, siempre me habían gustado mucho la historia y la literatura.
P Debe animar mucho hablar con pasión de personas como Anne Lister, y que miles de personas empiecen a seguirte y a demandarte perfiles de más mujeres...
R ¡Por supuesto! El primer hilo que hice fue el de Las señoras de la Biblia de Marianne Woods y Jane Pirie... lo puse para unas amigas sin ánimo divulgativo. Saber que a la gente le interesa un tema que a mí me apasiona y que veo tan olvidado me anima a seguir.
P ¿Podemos hablar de realidades lésbicas o de realidades trans anteriormente al siglo XIX o al siglo XX?
R Yo no solo diría que podemos, sino que debemos. Si tú a un victoriano le hubieras dicho «eres victoriano» no habría tenido ni idea de lo que le estás hablando y nadie habría venido a discutirte.
P Hablas de los siglos XVII-XVIII, pasando por el XIX y finalmente el siglo XX: ¿Cuándo pasan las lesbianas de ser mujeres que amaban a otras mujeres a ser perseguidas, hasta incluso asesinadas?
R A final del XIX con el alza del movimiento feminista y con el tema de que se abren muchos posibles trabajos para las mujeres, algunas se fueron a vivir juntas. No quiere decir que estas mujeres se sintieran atraídas: era sencillamente un arreglo económico que se llamó «matrimonio bostoniano». Por supuesto había muchísimas mujeres queer aprovechando la tesitura. Esto ya empezó a ser un «problema», porque había muchas mujeres que no querían casarse, que no querían tener hijos y que querían tener puestos de trabajo que según ellos era «trabajo de hombres»; esto está ligado al feminismo y al sufragismo... Y es justo en esa época cuando el lesbianismo empieza a verse como una patología.
P ¿Fue entonces el siglo XX peor en ese sentido?
R Tampoco diría que el siglo XX es el peor... Sí que es verdad que a ojos de la opinión pública se veía muy mal. El caso es que ha habido mujeres encarceladas e incluso ejecutadas por estar con otras mujeres... Aunque ya no solo era el hecho de estar con ellas romántica o sexualmente, sino que normalmente cuando aquello pasaba era porque la mujer había ido «un paso más allá»: Se había vestido de hombre para casarse con la otra mujer, se había hecho pasar por su marido, etcétera. El cargo, irónicamente, de hacerte pasar por hombre o de defraudar a un cura para casarte con ella estaba muchísimo más castigado que el hecho de que te acostaras con otra mujer.
P La verdad es que leyendo Señoras que se empotraron hace mucho
R Cuando doy clases me gusta mucho meter humor, anécdotas, y hablar de una forma muy coloquial. Creo que la información entra mejor. Me cuesta mucho darle a un alumno un artículo científico de tres mil palabras para que se lo lea. Sin embargo, cuando sumas los tuits de los hilos tienen la misma extensión y la gente se lo lee con muchísimo gusto. Entonces sí lo uso a propósito, quizá no directamente por el tema de la tragedia en la ficción lésbica, aunque no te digo que no sea parte de lo que me ha llevado a usar tanto el sentido del humor.
P En el libro pones mucha pasión y cariño a la hora de contar la historia de cada una de las mujeres que aparecen, ¿hay alguna de estas señoras con la que empatices especialmente?
R Seguramente si tuviese que elegir una en concreto creo que sería Natalie Clifford Barney, porque fue pionera en un concepto que a mí me obsesiona, que es el crear una red de apoyo que sea un sitio seguro para mujeres queer. La comunidad está muy fracturada y sólo nos juntamos para la fiesta, que a mí me parece muy bien, porque la fiesta en sí misma y ser felices es también una reivindicación... Pero también entiendo que nuestro colectivo no sabe nada de su historia, y ya no hablo del siglo XIX, hablo de 1970 o 1980. A la gente se le olvida rápidamente su historia y creo que eso de crear un espacio seguro, conectar a gente del colectivo entre sí (especialmente a mujeres, que siguen siendo más invisibles que los hombres) es muy necesario... Y Natalie dedicó su vida entera a este objetivo. De hecho, gracias a ella y gracias a esta red de apoyo que creó muchísimas mujeres de principios del XX en París (como Colette, Renée Vivien, o como Dolly Wilde) conocieron el éxito en sus profesiones.
P ¿Te ha llegado alguna historia bonita de personas que hayan leído el libro?
R Las respuestas que más me han llegado son de gente que ha llevado el libro a casa como una manera de introducir el tema de la homosexualidad. Muchísimos me han dicho que ver a sus padres disfrutando y riéndose con esas historias les ha dado un empujoncito para salir del armario. Ha habido novias que se han regalado el libro la una a la otra sin saberlo. A una de mis firmas vino una niña de doce años con su padre, lo cual a mí me emocionó mucho porque yo salí del armario con esa edad y no se lo podía decir a nadie... Ha habido muchísima gente que le ha regalado el libro a sus padres y con resultados bastante positivos, cosa que a mí me ha alegrado mucho. Me llena bastante que el libro pueda ayudar en ese sentido.
P ¿Has cerrado el círculo de todas o sigues investigándolas?
R Empecé con 15 años haciéndolo para mí misma y diecisiete años después me sigue fascinando. Por supuesto que voy a seguir reuniendo historias, hasta que pueda o hasta que me dejen o hasta que me quede sin nada que leer... aunque lo último es imposible porque siempre hay más donde seguir mirando.