Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Rosa María Sardá, la actriz rebelde

La también humorista y presentadora de televisión, fallecida ayer a los 78 años por un cáncer, era irónica, mordaz y comprometida políticamente. Ventura Pons, Lluís Pasqual y Mario Gas son algunos de los directores con los que trabajó en su premiada carrera

Rosa María Sardá, con uno de sus Goya. EFE

Con una gracia natural para la comedia y brillante también en el registro dramático, Rosa María Sardá, fallecida este jueves a los 78 años, ha sido una de las actrices más completas y versátiles de la escena catalana y española. La actriz, humorista y presentadora de televisión padecía una cáncer desde hace seis años y era consciente de que morir es una consecuencia de estar vivo, tal como dijo en su última entrevista.

Su ironía y su sentido del humor descreído y mordaz la ayudaron a ganarse el afecto del público, pero La Sardá, como la llamaban muchos, era más que una humorista, era una gran actriz, capaz de elevar el nivel de cualquier producción en la que se involucrara, ya fuera de cine, teatro o televisión, porque ningún terreno tenía secretos para ella.

Cuando fue distinguida con la Medalla de Oro de la Academia del Cine, en reconocimiento a toda su trayectoria profesional, el entonces presidente de la entidad, Álex de la Iglesia, dijo de ella que era «una alquimista capaz de convertir en oro todo lo negro, lo dadaísta en normal y lo trágico en cómico». «Ella es la acotación en el teatro, el off en el cine y la verdad en la televisión», resumió De la Iglesia.

Rosa María era eso y mucho más, era también una mujer rebelde y sin pelos en la lengua que, cuando recogió el Premio Max de Honor en mayo de 2015, dedicó a los gobernantes «una buena butifarra», que es como se denomina en Cataluña al corte de mangas.

Mujer de carácter, los periodistas que la entrevistaron saben que se encerraba en una cáscara difícil de romper y que era muy capaz de lanzar dardos envenenados a los que no daban la talla. Pero si el periodista superaba la prueba podía estar seguro de que iba a conseguir una buena entrevista, porque La Sardá no daba respuestas manidas y tenía su propia opinión sobre todo.

Buena amiga de sus amigos, la biografía de Rosa María Sardá va de la mano de otras biografías, porque algunas personas estuvieron a su lado toda su vida. Ventura Pons es una de esas personas. Él fue quien la dirigió en su primer éxito teatral, El Knack, en 1969, cuando tenía 28 años, y quien luego contó con ella en películas hechas a medida, como Actrices o Anita no pierde el tren.

Rosa María Sardá fue una actriz vocacional pero tardía, que empezó en el teatro amateur, mientras trabajaba vendiendo enciclopedias.

Nacida en el seno de una familia humilde, perdió a su madre siendo muy joven y tuvo una infancia y una juventud difíciles, que forjaron su carácter luchador.

La vitalidad que exhalaba por los cuatro costados también la ayudó a salir adelante en el difícil y competitivo mundo del espectáculo.

La genética influyó, porque su bisabuelo y su abuela eran actores, y era hermana del periodista y presentador televisivo Xavier Sardá.

Se casó con Josep Maria Mainat, uno de los miembros de La Trinca, y trabajó con su hijo, el director Pol Mainat, en la serie Divines.

Otro personaje clave en su vida fue Terenci Moix, una relación que empezó en 1969, al mismo tiempo que con Ventura Pons, ya que fue Terenci quien tradujo al catalán El Knack.

También fue Moix quien ideó el programa de televisión Festa amb Rosa Maria Sardà, en TVE Catalunya, que tuvo un gran éxito de audiencia a finales de los setenta, y la amistad siguió hasta la muerte del escritor, que compartía con la actriz la adicción al tabaco.

Lluís Pasqual fue otro de sus directores más fieles y le dio la oportunidad de lucirse en montajes inolvidables, como Madre Coraje y sus hijos o La casa de Bernarda Alba, junto a Nuria Espert.

Ahí te quiero ver

El reconocimiento del gran público en toda España le llegó inicialmente gracias a la televisión, donde presentó programas de gran éxito, como Ahí te quiero ver de TVE, en la década de los ochenta junto a Enric Pous, su Honorato particular y que los que tienen una cierta edad todavía recuerdan por sus tronchantes conversaciones de sofá.

Asimismo, dejó huella como maestra de ceremonias de los Premios Goya en tres ocasiones, en 1993, 1998 y 2001.Teatro, cine, televisión, su presencia fue habitual tanto en Barcelona como en Madrid, interpretando obras como Esperando a Godot, de Samuel Beckett, o Wit, de Margaret Edson.

A lo largo de su carrera teatral trabajó con autores y directores como Terenci Moix, Josep Maria Benet i Jornet, Lluís Pasqual, Adolfo Marsillach y Mario Gas, y los expertos creen que nadie como ella leyó y pronunció los textos de Josep Maria de Sagarra. Debutó como directora teatral en el año 1989 en el Lliure con la obra Ai, carai, del recientemente fallecido Josep Maria Benet i Jornet.

A lo largo de su trayectoria obtuvo el reconocimiento del público y de la crítica, con numerosos premios, como dos Goya a Mejor Actriz de Reparto y otros galardones, como la Creu de Sant Jordi en 1994, que acabó devolviendo años después por estar en desacuerdo con la política del gobierno catalán; el Butaca de Honor de Teatro de Cataluña y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. También fue distinguida con el Premio Max de Honor 2015 y con el Premio Gaudí de Honor 2016, otorgado por la Academia del Cine Catalán. En este 2020, debería haber recibido el Fotogramas de Plata especial en una ceremonia que se suspendió por la pandemia.

Mujer de izquierdas y comprometida, su funeral hoy será «estrictamente privado».

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats