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Opinión

Butaca vacía

Conocí a Luis de Castro siendo muy joven, cuando estrené en el Principal un premio nacional para jóvenes autores. Luis me pareció un tipo muy serio y exigente. No se detenía en falsos halagos. Provenía de esa generación de personas iniciadas en la labor artística y cultural durante el franquismo, como Juan Pastor o José Antonio Peral. Cofundó Alba 70 y la Asociación Independiente de Teatro. Fue director del Encuentro Internacional de Teatro de Alicante. Tras dirigir el Principal se reconvirtió a productor y distribuidor. Fue quien elevó el teatro en Alicante por encima de lo anecdóticamente popular, ofreciendo una programación a la altura de lo que se quería que fuera Alicante. Formó parte de aquel grupo numeroso de personas que proyectaban una ciudad al inicio de la democracia desde todos sus ámbitos.

Entró como director del Principal con 38 años y salió de allí con 52. Venía con frecuencia al Teatro mientras fui director. Me confesó que cuando me nombraron pensó «podría haber sido peor». Me lo dijo en el que había sido su despacho, frente al cuadro de Xavier Soler, asegurándome que no lo había vuelto a pisar en 18 años. A los pocos meses empezó a valorar que me saliera de la fila y que fuera valiente, hasta temerario. Sabía de la dificultad de dirigir el único teatro en Europa de esta naturaleza que no es público y se sostiene con alfileres. Terminamos en conversaciones de amigos, agradeciéndome el esfuerzo que hacía para localizarle aunque fuera un taburete en un estreno de Madrid.

La exigencia del teatro, de la cultura, es mucha, no menos que de la política. Hace falta tener un carácter duro para trabajar en un país que ha menospreciado sistemáticamente su propia cultura durante siglos.

Me regaló una foto de su admirada Núria Espert en la sala que lleva su nombre firmada por Carratalá. Yo sabía que le habría costado mucho desprenderse de aquella copia esa mañana, salir de casa y venir hasta el Teatro, su Teatro, para legarme aquella imagen que formaba parte de lo mejor de su vida, de sus mejores años. Antes de salir del Principal hice una exposición fotográfica con Valiente Verde sobre personas relevantes de la ciudad y el Teatro Principal. Fue su última foto allí.

El Teatro Principal siempre llevará el nombre de Luis de Castro, de todas aquellas personas que supieron entender qué lugar debía ocupar la cultura y Alicante en el mundo y cómo hacerlo realidad.

Decía Vladimir en Esperando a Godot: «Nosotros no somos unos santos, pero hemos mantenido nuestra cita». Así era Luis de Castro.

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