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Irene Vallejo: «La lectura ha sido siempre una actividad amenazada, asediada»

Escritora, autora de El infinito en un junco

La escritora Irene Vallejo. jorge fuembuena

P Cuando aparecieron los libros electrónicos muchos vaticinaron el fin de los libros impresos, pero parece que no ¿hay nuevas amenazas para los libros de papel?

R La lectura ha sido siempre una actividad amenazada, asediada. Cada época conoce sus peligros: en otros tiempos fue el analfabetismo, el difícil acceso a la educación, el precio de los libros, las destrucciones y saqueos, las dificultades de multiplicar los ejemplares en tiempos previos a la imprenta. Ahora, que disponemos de más libros que nunca, la mayor amenaza es, quizá, dejar que nos conviertan en espectadores pasivos de las pantallas. Las aplicaciones de nuestros móviles están diseñadas para favorecer las adicciones. Hace falta ejercer una serena rebeldía para reivindicar la calma, la reflexión y el placer creativo que nos ofrecen los libros de papel.

P Usted que ha leído en pergaminos o en piel, ¿lee también ebooks?

R Cuando aparecieron los ebooks quise probarlos. Mi actitud hacia los formatos es sobre todo práctica, aunque reconozco que para mí la lectura tiene una poderosa dimensión estética. He abandonado los libros electrónicos porque retengo mucha más información leyendo sobre el papel. Es un hecho comprobado en estudios científicos. En 2018, un trabajo de la Universitat de València demostró el llamado «efecto de superioridad del papel»: comprendemos y recordamos mejor un mismo texto si lo leemos en papel que si accedemos a él en tabletas u ordenadores. Lo más interesante es que este estudio se llevó a cabo con nativos digitales. El libro en papel ofrece una experiencia de inmersión sensorial que sirve de apoyo a la memoria y a la interiorización del texto. La belleza del libro, la suavidad de las páginas, la selección de las tipografías, las cubiertas, forman parte de esa experiencia y colaboran con la mente.

P ¿Hay algún libro de la Antigüedad que le hubiera gustado escribir?

R Los poemas de Safo, las Historias de Heródoto, las Troyanas de Eurípides, los Amores de Ovidio, los diálogos de Luciano, las Meditaciones de Marco Aurelio? Me siento afortunada porque estos libros han sobrevivido para seguir inspirando a los escritores y creadores de hoy. El infinito en un junco es un homenaje a la cadena de personas generosas que, a través de los siglos, afrontando peligros y desplegando agotadores esfuerzos, han salvado los libros que amaban de la destrucción. Hay que contar y celebrar la aventura de ese salvamento.

P ¿Se te atrevería a hacer un «top 5» de libros imprescindibles?

R Es muy duro seleccionar solo cinco, porque disponemos de una maravillosa variedad y no hay necesidad de ser tan restrictivos. Pero si tengo que elegir cinco libros antiguos imprescindibles, serían la Odisea de Homero, Antígona de Sófocles, el Banquete de Platón, la Eneida Virgilio, las Metamorfosis de Ovidio.

P ¿Hay espacio para la Biblia en El infinito en un junco

R En el capítulo que dedico a la Biblioteca de Alejandría, recojo el episodio legendario de la Traducción de los Setenta. Según la tradición, el rey de Egipto solicitó que acudiesen a Alejandría eruditos hebreos capaces de traducir al griego sus sagradas escrituras. Tras un mes de viaje a través de las arenas abrasadoras del Sinaí, llegaron a Egipto setenta y dos sabios hebreos, seis por cada tribu, la flor y nata de la doctrina rabínica, y fueron alojados en una mansión de la isla de Faro, junto a la playa, «inmersa en una paz profunda». En ese retiro tranquilo, se dice que acabaron la traducción del Pentateuco en setenta y dos días, y después volvieron a su ciudad. En recuerdo de esta historia, la Biblia griega se conoce como «Biblia de los Setenta».

P ¿Le ha sorprendido el éxito de su libro? No es frecuente que un ensayo guste por igual a público en general, críticos y jurados.

R Soy la primera sorprendida por la acogida entusiasta del ensayo. Lo escribí sin pensar en su repercusión, por la necesidad interior de esgrimir un mensaje de esperanza frente a las voces empecinadas en anunciar la extinción de los libros. En determinados momentos, la esperanza es una forma de rebeldía. Creo que los lectores han agradecido ese optimismo, y a través del libro han descubierto que forman parte de una aventura milenaria. El sentimiento de pertenencia y el placer de las historias protagonizadas por los salvadores de libros hasta hoy mismo, son quizá los ingredientes más originales que El infinito en un junco ofrece a quienes se sumergen en su lectura.

P Por el aspecto divulgativo de su libro, sería usted la Mary Beard de la literatura, que tutea al mundo clásico, ¿es su propósito intentar llegar a todo el mundo?

R Escribo para que los lectores sientan cercanía y entusiasmo apasionado. No hace falta ser un especialista para aproximarse a El infinito en un junco, basta la curiosidad. A mí, como lectora, me hace muy feliz que los investigadores me expliquen sus conocimientos con palabras accesibles. Aquí he intentado que las herramientas de la literatura ayuden a hacer atractivo el viaje de aprendizaje. Creo que para cualquier persona es un placer descubrir el origen de nuestras formas de vivir, acompañar a nuestros antepasados en sus hallazgos y peligros, asistir a los momentos estelares de otros siglos. De hecho, creo que aprender es uno de los grandes goces de la vida; y la indiferencia hacia el conocimiento, una de las más tristes mutilaciones.

P La cultura clásica no goza de muy buena prensa entre los jóvenes, muy reacios a coger un libro y más si este es de hace siglos, pero muchos productos que consumen, videojuegos, cómics, superhéroes, series, beben directamente de esas fuentes.

R Tengo la oportunidad de visitar muchos institutos para celebrar encuentros con los alumnos. Observo una y otra vez que los relatos mitológicos les fascinan. Por eso, los guionistas de los grandes éxitos del cine de aventuras se basan en las investigaciones de mitología comparada de Joseph Campbell. Por eso, la moda, los videojuegos, el manga, incluso la música rap y heavy metal beben en los referentes clásicos. Es una paradoja que desacreditemos públicamente el conocimiento de los clásicos cuando sabemos que mantienen intacta su capacidad de fascinación y además alimentan a la rentable industria del entretenimiento. Es decir, incluso desde el punto de vista más pragmático, se puede defender que nuestra herencia grecolatina es hoy la base de un fabuloso negocio.

P ¿Es cierto que solo han llegado hasta nosotros una ínfima parte de los libros de la Antigüedad? ¿Por qué han sobrevivido los que conocemos?

R Se calcula que ha llegado hasta nosotros un uno por ciento de todo lo que hubo. Pero no es un uno por ciento azaroso, coincide con lo que los propios antiguos consideraban más valioso. La Biblioteca de Alejandría no fue solo un cofre del tesoro donde encontrar la mayoría de los libros existentes en su época. También fue el lugar donde se inauguró la idea de que las palabras son un incalculable patrimonio cultural, y que hace falta movilizarse para salvarlo. Los bibliotecarios alejandrinos pusieron en marcha un programa de estudios y multiplicación de las copias de los libros más importantes para la cultura griega. Protegieron especialmente las obras más amadas. Y, con la ayuda de innumerables lectores entusiastas, consiguieron salvaguardarlas para el futuro. Es la historia de una gran hazaña, la epopeya del amor por las palabras, la poesía, la filosofía, la ciencia, la memoria. Nos cuentan hasta la extenuación historias épicas de combate, El infinito en un junco reconstruye la épica del conocimiento.

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