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Punto y aparte

La larga odisea a través de la nada... y a ninguna parte

Dos alicantinos viven 1.600 kilómetros de surrealismo en las carreteras tras ser llamados por Portugal para trabajar y, al llegar allí, no dejarles entrar en el país

Eddy y David, en un descanso, tras largas horas conduciendo con las molestas mascarillas. INFORMACIÓN

Un viaje de trabajo de Alicante a Portugal y cero controles policiales a lo largo de más de 1.600 kilómetros. Casi 24 horas de travesía para cruzar España, con todos los permisos que solicitan las administraciones española y portuguesa, para nada. La burocracia, el exceso de celo o, tal vez, la permisibilidad cero ante la posibilidad de que se descontrole el coronavirus es lo que han experimentado, entre otras cosas, dos trabajadores alicantinos que han salido «ahí fuera», que han visto cómo de difícil es la vida de los camioneros en este estado de alarma y el surrealismo que se puede llegar a vivir en las carreteras españolas en estos momentos de miedo.

La aventura de David, natural de Novelda, y Eddy, un italiano residente en Alicante, comenzó el pasado lunes 4 de mayo sobre las 8 de la mañana cuando juntos, con las medidas de seguridad obligatorias, es decir, mascarillas y sentados uno delante y otro detrás, entre otras precauciones, cogieron el vehículo de la empresa para ir a Porto de Mós, una localidad cercana al Atlántico entre Lisboa y Oporto, situada a 919 kilómetros de Alicante.

Ambos son dos técnicos expertos en maquinaria muy específica, de esos que apenas se pueden contar con los dedos de una mano en nuestro país y que se mueven por toda España e incluso se les requiere para que salgan a Europa o al continente americano. Desde Portugal les requerían esta vez, con la consiguiente preocupación para sus respectivos familiares en Novelda y Alicante.

Iniciaron su periplo por carretera con unos bocadillos y mucha paciencia. En su bolsillo portaban la certificación de la empresa portuguesa y también el permiso de la Policía lusa para poder entrar en el país vecino, así como la carta de la mercantil española que acreditaba que no estaban precisamente de viaje de placer, cumpliendo así con lo que establece el artículo 7.1 c y d del Real Decreto 463/2020 de declaración de Estado de Alarma.

«De aquí a Portugal no nos pararon nada y solo nos detuvo la Policía fronteriza (lusa). Nos dijeron que lo nuestro no se consideraba primera necesidad y que no podíamos pasar. Les dijimos que teníamos el permiso de la Policía portuguesa, pero nos respondieron que ellos no tenían jurisdicción en la frontera», relata David, quien preguntado si en el viaje de regreso se toparon con algún control más su respuesta es calcada y rotunda: «cero».

«Den media vuelta y se van», les reiteraron los policías lusos en la frontera sin más miramiento. Así las cosas, tras llegar pasadas las 18 horas a la frontera con Portugal y después de más de 10 horas al volante, no les quedaba más remedio que bien arriesgarse por otro punto fronterizo situado a más de 140 kilómetros, bien volverse para Alicante. Optaron por esto último, turnándose, qué remedio, de nuevo al volante.

Alto a la Guardia Civil

No obstante, antes les aguardaba de nuevo la Guardia Civil en la franja fronteriza (y que a la ida nos les había parado), con los que al menos compartieron algunos momentos divertidos de por qué los portugueses no les dejaban entrar y bromeando con que tampoco ellos les dejarían ahora pasar. «Nos contaron que la Policía portuguesa no es lo mismo que la Policía fronteriza y que el Gobierno portugués les han dicho que se pongan duros y que restrinjan al máximo», relatan.

Pero como a mal tiempo buena cara, ambos pensaron que aunque habían acudido para trabajar durante una semana en Portugal en el montaje de maquina del sector de la minería, tampoco era mal plan regresar a casa junto a la familia.

«En un momento dado nos quedaban solo 40 kilómetros de combustible y todas las gasolineras que encontrábamos estaban cerradas. Casualidad que en Villarrobledo encontramos dos gasolineras de Repsol grandes, abiertas y con camiones para hacerse un café caliente y coger algo de comida. Y es que a la vuelta ya no nos quedaban bocadillos y solo nos quedaba algo de patatas, pero cuando llegamos a Villarrobledo pudimos comprar donuts, donetes, café, Aquarius? unos 20 euros en guarrerías», narra con humor el afable noveldense.

Como ejemplo de lo que está pasando, estos profesionales aseguran que llegaron a detenerse en una gasolinera a las 22.02 minutos y no les quisieron proporcionar combustible porque se había pasado la hora de cerrar.

«Cuando vas por las carreteras de Extremadura no hay tantas gasolineras como puede haber aquí en la costa y cuando nos dimos cuenta?», señala David, quien subraya lo solitarias que estaban las vías, la escasez de gasolineras abiertas, al tiempo que reflexiona sobre lo mal que lo están pasando los camioneros: «Ante cualquier complicación es un problema... los aseos como están dentro de las estaciones de servicio no te dejan entrar, no hay apenas sitios abiertos para comer un plato o comprar agua? Me he dado cuenta de que tienen mucha razón los transportistas cuando se quejan».

La odisea terminaba el martes pasado rebasadas las 4 de la mañana ya de regreso a casa sin incidentes y casi 24 horas después de iniciar este peculiar viaje a ninguna parte.

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