El alma literaria de Tánger se encuentra en un sótano secreto de la Librería de las Columnas del bulevar Pasteur, como si fuera el Aleph de Borges, y quien tuviera la fortuna de poder contemplarla, aunque fuera solo una décima de segundo, podría observar, como en un fogonazo, a Marguerite Yourcenar, Driss Chraïbi, Juan Goytisolo, Amin Maalouf o a Tahar Ben Jelloun husmeando entre los anaqueles repletos de libros en español, francés, árabe o inglés o, entre vasos de vino, copazos de whisky y volutas de hachís, a la clientela más canalla que cruzó sus míticas puertas carmesí: Jack Kerouac, Samuel Beckett, Jean Genet, Tennessee Williams, Paul Bowles y, no podría faltar, el autor de El pan desnudo, Mohamed Chukri.

Y entre el parloteo en las lenguas más arriba citadas, el afortunado visionario de dicho espíritu también escucharía las hermosas sentencias en jaquetía, la jerga que utilizan los judíos sefarditas tangerinos, pues en las reuniones de los mejores escritores de la época estaría Rachel Muyal, la leyenda viva que dirigió estas Columnas de Hércules de la cultura desde mediados de los setenta -cuando la familia Gerofi se las cedieron- hasta 1999.

Como en jaquetía se expresa la protagonista de la novela La vida perra de Juanita Narboni, cuyo autor, el tangerino Ángel Vázquez Molina, trabajó y seguramente se inspiró entre las pilas de libros de este rincón del norte de África para ganar el Premio Planeta de 1962 con otra historia ambientada en la ciudad, la extraordinaria Se enciende y se apaga una luz.

Des Colonnes, la librería más antigua de Tánger y a pocos metros del Teatro Cervantes, surte de libros y anécdotas a tangerinos y turistas desde 1949, cuando la ciudad disfrutaba de su estatus internacional y empezaban a llegar los primeros beatniks -Kerouac, Corso, Allen Ginsberg o Lawrence Ferlinghetti, propietario de otra no menos mítica librería, la City Lights de San Francisco- atraídos por la libertad y el ambiente contracultural que se respiraban en este hermoso puerto del Mediterráneo.

Como un contrapunto o un complemento a Las Columnas, el adyacente Café Claridge también permanece hoy como mudo testigo del ir y venir de escritores, poetas y público durante tantas presentaciones y tertulias literarias a lo largo de tantas décadas en un trasiego entre ambos locales, pero otro compañero de viaje, el Café Madame Porte, en la cercana avenida del Príncipe Mulay Abdellah, ya se fue al Cielo de los románticos.

En 2009 el francés Pierre Bergé adquirió la librería más legendaria del Magreb y diez años más tarde, a su muerte, tomó el relevo el coleccionista de arte Fadel Iraki, quien se ha jurado preservar una herencia cultural de setenta años en un pequeño espacio detrás de unas puertas rojas y su Aleph particular en un sótano que casi nadie conoce.