Muy crítico con el control soterrado de cuanto hacemos bajo el paraguas de la democracia, Daniel G. Andújar sintió la necesidad de poner su trabajo al servicio de esta lucha común contra el coronavirus y centra parte de su actividad diaria en la impresión 3D de máscaras protectoras para el personal sanitario. El artista, natural de Almoradí, se sumó al proyecto Coronavirus Makers, una iniciativa que ha movilizado al sector de la impresión 3D para crear tanto pantallas protectoras como respiradores, dos de las demandas más urgentes en esta crisis sin precedentes.

Este grupo creado en Telegram reúne a profesionales de distintos perfiles, desde expertos en biotecnología a ingenieros industriales o artistas, como el caso de García Andújar, que comparten su conocimiento para este fin. «Cuando me apunté había 3.000, ahora son más de 13.000 las personas de diferentes países las que se han sumado a este grupo para producir este material sanitario de forma autónoma», asegura el artista, que destaca que el problema en estos casos es el de las patentes. «Hay gente que controla las patentes, por ejemplo de los respiradores, lo que obliga a los ingenieros a empezar de cero e inventar una máquina que no tenga patentes. Si no tenemos instrumentos legales para decir que esto debe ser de dominio público pues tendremos problemas».

Andújar ha centrado su participación en el tema de las protecciones para la cara con la impresora 3D y el material que utiliza para algunas de sus creaciones, un plástico que se denomina pla. «Había demanda de esas pantallas de protección porque cuando un sanitario se pone enfrente de un infectado pues inutiliza la mascarilla que lleva», afirma. «Era muy fácil diseñar esa especie de viseras para poner sobre la mascarilla, estaba experimentando con algunos materiales que tenía por mi trabajo y lo utilicé para esto».

Y lo hace desde casa. «Nosotros vivimos en un estudio, tenemos máquinas, conexiones rápidas... yo puedo estar cocinando y al mismo tiempo imprimiendo las máscaras, luego me siento en el ordenador y estoy trabajando; tengo material y puedo hacerlo en casa, pero no todo el mundo tiene esa facilidad».

Coronavirus Makers, que parte de la filosofía del software libre, se distribuye por grupos y subgrupos. «Te das de alta diciendo qué máquinas tienes y qué puedes hacer y entras en un área de trabajo».

Respiradores y máscaras son los dos principales focos. De los primeros, ya han creado un prototipo sencillo y barato. «Había bastante gente intentando hacer máscaras también, pero imprimirlas es complejo porque tienes que tener un material fitosanitario que es especial, no es difícil de conseguir pero ahora hay problemas para tener acceso y lo tienes que pagar tú». Y ahí es donde aparecen empresas que van a proporcionar un material homologado para uso médico y es mucho mejor, afirma.

Una máscara, dos horas

La impresión de cada protector lleva unas dos horas y Andújar ya tiene siete, después de probar algunos prototipos de los que se habían desarrollado en el grupo. «He hecho un par de modelos y estoy viendo cuál de las dos es mejor. Hay una que la gente esta imprimiendo más que la otra, pero yo la veo menos efectiva». El paso siguiente es que esa producción llegue a su destino. «Yo estoy imprimiendo y hay una coordinadora con la que cuando tienes ya una cantidad te tienes que poner en contacto, tú dejas la bolsa con los protectores y ellos la recogen».

«Ahora los ingenieros van rediseñando las mascarillas hasta que se simplifique el proceso de impresión; son soluciones de urgencia, pero me parece interesante la capacidad de organizar cosas tan complejas». Y destaca que lo importante «es que hay gente que está ocupada y pensando en este concepto de trabajo y es una forma efectiva de sociabilidad y una actitud positiva».

Unos valores que Andújar, que en 2015 realizó una exposición individual en el Museo Reina Sofía, considera fundamentales en un momento tan crítico, también en el sector artístico. «El alcance en la cultura es desastroso, como en muchísimas profesiones, empezando porque somos autónomos».

El artista tiene colgado su exposición El Tercer Estado en La Virreina de Barcelona desde el pasado día 13. Aunque ni se ha inaugurado ni nadie, de momento, la puede ver. «Eso cancelado y el 27 tenía una colectiva en Mataró; son trabajos ya hechos que se quedan en el limbo porque no llegas a facturarlo; hay muchos encargos que tienen plazo de entrega y habrá que ver si hay ampliación, y otro problema es qué pasa con las becas». En esta problemática trabaja el alicantino con los galeristas, «porque acaba ARCO, que es donde las galerías españolas facturan el máximo, pero están muy preocupados porque la temporada ha caído entera». «Todas las generaciones tienen un reto -asegura - y este es el nuestro; vamos a ver cómo afrontamos esto».