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El diario fotográfico de Ricardo Cases

El oriolano ocupa Las Cigarreras con su mayor exposición en Alicante, Estudio elemental del Levante, donde representa en primera persona el paisaje de su entorno e intenta «documentar lo invisible»

El fotógrafo alicantino Ricardo Cases en Las Cigarreras, donde muestra cinco de sus trabajos durante el festival PhotoAlicante. rafa arjones

Ricardo Cases (Orihuela, 1971) vuelve a PhotoAlicante cinco años después de estrenarse en el festival de fotografía junto a sus compañeros Cristina de Middel, Sebastián Liste, Carlos Aguilera, Vicente Paredes y Alberto Feijóo con el proyecto Ciudad Elegida que se instaló entonces en la sala Mustang Gallery. Ahora, y hasta el 30 de abril, Cases exhibe en Las Cigarreras invitado de nuevo por el festival su mayor exposición en Alicante, Estudio elemental del Levante, una muestra/instalación de más de un centenar de fotografías de distintos formatos que estrenó hace dos años en la sala Canal de Isabel II tras recibir el Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid por retratar durante años el paisaje mediterráneo caótico y alegre desde su peculiar mirada, de base documental «pero llena de caprichos».

La exposición constituye una oportunidad única de recorrer cinco de sus trabajos alrededor de este territorio común: Paloma al aire, El porqué de las naranjas, Podría haberse evitado y Sol, además del que da título a la muestra, y una «trastienda» que complementa la información expuesta.

¿Lo que expone es lo que somos? «No sé si es lo que somos, pero es lo que he ido haciendo desde 2010 cuando volví a València -tras vivir en Bilbao y en Madrid-. Viene a ser un diario porque cuando fotografías cada día, o muchos días, el trabajo del fotógrafo tiene que ver mucho con lo biográfico: son las cosas que me han pasado en este tiempo, las emociones y las respuestas que he tenido ante la realidad que me he ido encontrando. Más que tratar de contar quiénes somos al final se cuenta quién es uno», explica Cases, tras reconocer que «es verdad que siempre voy buscando representar esa identidad , es el terreno de juego donde yo me muevo, contando historias que tratan de dibujar ese paisaje, que es el mío y el de mucha gente».

Este territorio, sin fronteras definidas, es «una ambientación, un dibujo, un cliché que has ido consumiendo desde pequeño,que es la costa mediterránea», donde caben desde la colombicultura de su ciudad natal hasta el picudo rojo, las bandas de música, el sol de justicia o la construcción salvaje, y donde el único exotismo que le atrae es el de su vecino.

Sí está presente en su trabajo el absurdo y el humor, «porque al final aflora un tono, y yo no soy una persona seria, pero desde luego no quiero generar un cachondeo con mi fotografía. La intención no es hacer una comedia ni reírme de nada, sino tratar de entender todo esto que me rodea».

El comisario de la exposición, Horacio Fernández (historiador de la fotografía y curador general de PhotoEspaña entre 2004 y 2006) considera a Cases «una pieza fundamental de la fotografía española actual» por su «reflexión sobre el mundo en que vivimos» a través de una imagen documental con voz propia.

«Sí, parto de lo documental, pero cuando de repente en una foto pinto una flecha con rotulador se ve que está llena de caprichos, con una actitud casi infantil en mi manera de utilizarla», considera el fotógrafo, convencido de que «si explicas las fotos las matas», ya que «si algo tiene de poderoso la imagen es la capacidad para sugerir ideas, más que mostrar cosas. Yo ofrezco mucha información pero no me gusta cerrar el significado».

Recuerda esa bonita idea de «documentar lo invisible» que le atribuyó Luis López Navarro sobre su trabajo El porqué de las naranjas, y él añade: «Siempre voy detrás de una foto que tengo en la cabeza, que nunca acabo de encontrar pero que intuyo que está en algún lugar y voy buscando».

En esa búsqueda, Cases cree que lo tiene fácil porque solo con salir a la calle cámara en mano ya encuentra alicientes. «Tengo la suerte de vivir en este lugar del mundo, con esta fuente de luz cada vez más intensa que hace que el color explote a cada paso, y te parecerá una simpleza pero a mí me parece un estímulo increíble, porque eres como un zahorí y vas detrás de esos colores y de esa luz. Da igual el guion que tengas porque el sol te marca el camino y eso es una suerte. Luego ya voy trazando la ruta con más intención, pero el comienzo siempre tiene que ver con salir a la calle con la cámara y vagabundear, que es un verbo que me encanta», argumenta Cases, que cuenta que si queda a tomar un café con su amigo Antonio Xoubanova «es muy normal que aparezcamos los dos con la cámara». Su generación, que él prefiere centrar en «una pandilla de locos de la fotografía que no hablan de grandes salones ni de retos institucionales» cree que ha tomado el relevo «con muchas ganas, que podía haber salido mal, pero hemos mantenido la intensidad y el espíritu haciendo cosas muy distintas, con mucha autonomía y llegando a lugares como Cristina [de Middel], donde nunca antes había llegado un fotógrafo en este país».

O como él, atleta de medio fondo que iba para profesor de gimnasia, pero flipó con el revelado a oscuras y empezó a vagabundear.

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